El rayo del sol es duro. El aire de Resende, en Río de Janeiro, llega en bocanadas calientes, secas: dejan la lengua huérfana y ni el agua es capaz de hidratar las papilas de las más de noventa personas que se dieron cita en la pista de pruebas en punto de las 10 de la mañana.

La prensa latinoamericana está lista para probar cómo es la experiencia de manejar la nueva familia de los camiones Volkswagen Delivery, salvo el de 13 toneladas, vehículo prototipo que se quedó en la sala de exhibición. También están dispuestos tres unidades de la generación anterior. Allá vamos.

Ese implacable sol evoca una frase del escritor brasileño Joaquim Machado de Assis (Río de Janeiro, 1839): “¿Qué hay entre la vida y la muerte? Un corto puente”. Así se ve la distancia entre la zona habilitada para la prensa y los ocho camiones perfectamente alineados.

“En rectas la velocidad máxima es de 40 kilómetros y en curvas, a 30”, advierte uno de los guías con un español bastante decente. Los contadores de historias se organizan y ya están dispuestos con las dos manos al volante. Primero uno robusto, el 10.160 de la generación anterior.

Dos instructores ya aguardan cómodos a la espera del aprendiz de operador. Amables, reciben al visitante. Cinturón de seguridad, freno de mano, embrague al fondo. Afuera un guía enseña la palma en espera de que salgan los primeros vehículos. Agita la mano. Aunque habla portugués sus manos dicen “avanza”.

Primera. Despegar, un vistazo al tablero. Un saludo a los guías que repiten la señal de avanzada. Cuando entra la segunda el camión, grande para ser un ligero, acaso mediano, te hace sentir que no es un compacto. Trae redilas, pero no va cargado. Los asistentes te dicen que vas bien que ya puedes meter tercera. Recta. La aguja del velocímetro te indica que si quieres meter cuarta ahora es el momento, pues faltan unos 50 metros para la curva. Cuarta.

Este camión trae cinco velocidad. La recta no da tiempo de meter la última. “Frená con motor, frená con motor”, dice el que va pegado a la puerta. Su acento lo presume uruguayo. El pedal por sí solo pide el retroceso, pues no llega a fondo como un carro común. Tercera. Segunda. El camión de adelante acelera con ganas y deja una brecha que emociona al pie derecho. “Dale, pues”.

Acelerador. Cambio. Acelerador. Apenas rebasamos el límite de los 40 cuando el guía te pide que le bajés. La próxima curva lo respalda. La segunda vuelta es idéntica y la sensación de poder no merma. La robustez, la fuerza y el comportamiento del vehículo son inmejorables. “Y eso que no has manejado los nuevos”, dice el que va en medio.

Ahora el 11.180. Nuevecito. Aunque carga una tonelada más que el anterior tiene 20 caballos más. A simple vista no luce más robusto. Su diseño vanguardista, el brillo del color y la amplitud de su cabina lo asemejan más a un vehículo compacto. Sus dos ocupantes dan la bienvenida. Este carga más, tiene más potencia, debe jalar más fuerte, ¿no? Es correcto.

La verdad es que no siente. Todo es más nuevo: los acabados, la disposición del tablero, la cabina de dos metros, seis velocidades, un estéreo que deja salir una canción popular brasileña, el olor a nuevo y aunque ya llegamos a la primera curva, el motor fue más discreto, silencioso.

Eso sí, respondió más rápido que el otro, pero esa sensación. “Se le llama eficiencia”, me dice el instructor. “Es más, mira el tablero y fíjate cómo esas líneas te indican tu desempeño. Písale duro y verás cómo se vacía. Eso quiere decir que estás gastando más combustible. Ahora llévalo de a poco y verás que la barra se mantiene llena. Ahora gastas menos. Es increíble, ¿no?”, pregunta con la satisfacción en la sonrisa.

Prácticamente los nuevos camiones de la familia Delivery tienen la misma cabina: amplia, cómoda, ergonómica. Hacia el próximo año estarán disponibles con transmisión automatizada. La expectativa de la marca es satisfacer las demandas de la distribución urbana en América Latina. A México llegarán a partir de abril y hasta finales de 2018.