Haciendo suya la frase de la canción compuesta por Violeta Parra, Gustavo García agradece a diario la posibilidad de vivir todas las experiencias que han enriquecido su andar por la industria del autotransporte.

Calores de hasta 45º, calles por las que corre el polvo al paso de la gente y tierras fértiles para el cultivo, son algunos de los primeros recuerdos del entrevistado de su natal Álamo, Veracruz. Paisajes y memorias que encuentran eco en su novela favorita, Cien años de soledad.

 De aquel pueblito del que salió para no volver, recuerda también los múltiples oficios que desempeñó: fue bolero, vendió tacos, gallinas y hasta puso su propia tienda de abarrotes. “Me encantaba la vendimia”, comentó Gustavo García, quien desde muy joven aprendió que el trabajo era la única alternativa para conquistar sus metas.

Dispuesto siempre a aprender de las personas y de las experiencias que ha tenido en su vida, García relató que antes de encaminar sus pasos hacia la industria del autotransporte, pasó por varias facetas que le dejaron aprendizajes e innumerables anécdotas.

Sus primeros años estuvieron claramente influenciados por la religión católica, hasta que, con la rebeldía de la juventud, cambio las oraciones por su participación activa en los movimientos estudiantiles. Más adelante, tomó como bandera los intereses de campesinos e indígenas, se recluyó en territorio mayo para adentrarse en su cultura y conocer su forma de vida, a la cual, dijo, supo adaptarse muy bien, pues de inmediato sustituyó los zapatos por huaraches y se dejó crecer el cabello.

Con muchas buenas experiencias pero un porvenir aún incierto, supo que era tiempo de tomarse más en serio su futuro y establecerse en un trabajo a largo plazo.

Su primer acercamiento a los camiones se dio hace más de cuatro décadas con su llegada al Combinado Industrial Sahagún, donde comenzó a trabajar en DINA, labor que alternaba con sus estudios de Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fue justo en esa etapa cuando le nació el amor por los vehículos, sobre todo por los pesados, precisó.

Su trayectoria en la armadora mexicana fue amplia: inició como mensajero para poco a poco ir subiendo en el escalafón hasta convertirse en Director de Control de Gestión y Relaciones Gubernamentales, nombramiento que representa para él motivo de gran satisfacción, pues la mayoría de los cargos importantes eran asignados con base en intereses políticos, familiares y de amistad.

 Con el corazón cachanilla

En 1987 se abrió una nueva puerta que lo condujo hasta la que hoy sigue siendo su casa: Kenworth Mexicana. Relató que su llegada se dio a través de Gustavo Vildósola Castro, fundador de la organización en México, quien además de ser su jefe, se convirtió en un segundo padre para el entrevistado. “De él aprendí a nunca darme por vencido y a profesar un profundo amor por mi país”, reveló.

Recordó cuando PACCAR le solicitó a Vildósola la fabricación de 12 camiones para Perú, y sin echarse para atrás, él aceptó el desafío y logró cumplir satisfactoriamente con el pedido. De esta forma comenzaron a tomar forma los primeros vehículos producidos en Mexicali.

Uno de los grandes retos que enfrentó Gustavo García tras su llegada a Kenworth, fue el de fijar el precio del recién lanzado T800 en marzo de 1988, labor complicada por los vaivenes políticos de aquella época. No obstante, el directivo ha sabido sortear los obstáculos y agregar valor a la empresa, lo que le ha permitido desarrollarse profesionalmente y, en consecuencia, ha visto florecer su sentido de pertenencia. “Disfruto trabajar en una empresa productiva, profesional, ética, que cuenta con un equipo de gente muy capaz y experimentada, que a la vez es muy afectiva”.

A 30 años de distancia de su incursión en la armadora cachanilla, el directivo reconoce la relevancia que ésta tiene en su vida. Recuerda con especial emoción que su llegada a la empresa coincidió con el nacimiento de su hija Jimena. “Kenworth es parte de mi vida personal y profesional, me ha dado la oportunidad de hacer muchas cosas a favor del sector del autotransporte, de ser dedicado a mi trabajo, ético, disciplinado, congruente y a reconocerme como parte de una organización global que es ejemplo para otras compañías”.

Así nació la ANPACT

Corría la década de los 90 cuando los fabricantes de vehículos pesados detectaron la necesidad de conformar un organismo diseñado específicamente para velar por los intereses de su sector, pues la representación de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA) estaba más enfocada en los temas relacionados con las unidades ligeras.

Fue así como en 1992, bajo la batuta de César Flores y del propio Gustavo García, se creó la Asociación Nacional de Productores de Autobuses, Camiones y Tractocamiones (ANPACT) que en aquel entonces agrupaba a Cummins, Daimler, DINA y Kenworth.

Desde su origen, la esencia de la ANPACT, explicó, ha sido la de impulsar el parque vehicular, fomentar la profesionalización y velar por el cumplimiento de las regulaciones; desafíos que a la fecha siguen vigentes en la agenda de la asociación.

Otra de las grandes satisfacciones del entrevistado, es la de haber sido uno de los principales promotores de ExpoTransporte, la cual nació con el objetivo de dar a conocer la oferta de productos de los fabricantes de equipo pesado.

Los primeros eventos se celebraron en el WTC de la Ciudad de México, y poco a poco fue cobrando adeptos entre los proveedores y las nuevas armadoras que llegaron a territorio nacional. A la fecha, la expo se ha consolidado como una de las más importantes en toda América Latina, al nivel de cualquier muestra internacional, motivo de gran orgullo para el directivo.

A la par de su gestión en la ANPACT, participó en las negociaciones de los tratados comerciales que México ha firmado con el resto del mundo, lo que representa una de las mayores satisfacciones de su trayectoria profesional.

Tenaz y positivo

A pesar de que Gustavo García ha enfrentado fuertes obstáculos en su vida, se define como un hombre muy tenaz y optimista, cualidades que le han permitido salir adelante incluso en los momentos más difíciles, como cuando hizo frente al cáncer y logró salir vencedor de la batalla. Relató que incluso en medio de su tratamiento, se daba tiempo para estar al tanto de los pendientes del trabajo y darse una vuelta por la oficina, lo que lo mantenía activo y cercano a su gran pasión: los camiones, de entre los cuales, el Kenworth T680 es su favorito, y si es rojo, mejor aún.

Estar cerca de las nuevas generaciones es otro motivo de su entusiasmo por la vida, con energías renovadas y dispuesto a seguir aprendiendo y a aportar su experiencia.

Si bien a lo largo de su trayectoria se ha esforzado por trabajar en pro del autotransporte nacional, hay un tema en el que no ha podido intervenir de forma positiva: la importación de vehículos usados. Al respecto, manifestó que esta situación le provoca gran frustración, pues de no importarse vehículos obsoletos, podría comercializarse hasta el doble de los que se venden actualmente.

“Nunca imaginé tener la oportunidad de vivir tantas cosas”, confesó, lo que le inspira un sentimiento de agradecimiento con la vida y lo impulsa a seguir disfrutando de sus grandes pasiones: viajar, leer, estar en el bosque, compartir lo que ha aprendido a lo largo de su trayectoria y seguir disfrutando de su amor por los camiones.