Más de un millón de kilómetros después, los 60 autobuses con los que arrancó la Línea 1 del Metrobús serán destruidos en 2018. Cinco de ellos ya son fierros reciclados.

En aquel remoto 19 de junio de 2005, la naciente empresa Corredor Insurgentes Sociedad Anónima (CISA) compró los buses Volvo con la garantía de una vida útil de 10 años. Así fue.

Hace tres años, Volvo Buses México revisó las unidades y consideró que con los ajustes necesarios, podrían circular hasta 2018. CISA accedió y el ciclo de los 60 autobuses rojos fue alargado.

Hasta la mañana de este viernes 13. “Dieron mucho más de lo que originalmente se había contemplado. El ciclo se cumplió”, afirmó Israel Jagüey Hernández, supervisor de Planeación de Mantenimiento de la empresa.

La cita fue en la Terminal de Indios Verdes, al norte de la capital. Ahí amaneció uno de los primeros cinco buses B12 que ya no son. Las pocas partes rescatables, como las calaveras y algún espejo retrovisor ya lo habían abandonado. Ni el asiento del conductor o el tablero se quedaron.

Una grúa lo enganchó y así empezó la marcha fúnebre del pionero Metrobús. Sus cuatro hermanos ya lo esperaban en el patio de la empresa recicladora que habría de triturarlos: Derichebourg, en su planta de Ecatepec.

El sol de la mañana no dejaba pasar el rastro de los perdidos aires hidalguenses que a veces soplan por esos rumbos. Veinte minutos después se acabó el trayecto. El último viaje.

El procedimiento es sencillo, pero complejo: el protocolo indica revisar que cualquier vehículo a chatarrizar venga libre de radiación. Listo. Hay que pesarlo, desangrarlo y formarlo. La cruenta metáfora evoca al combustible y lubricantes. Debe llegar seco. Imaginamos sediento, cuando el sol está en lo más alto.

Las medidas de seguridad de la recicladora francesa también son estrictas: casco, chaleco y una zona para salvaguardar la integridad de los testigos invitados a una muerte anunciada.

Cámaras de video, de fotografía, dispositivos móviles. Ojos detrás esperando el momento. La grúa sostiene la cizalla inclemente. Se cierra, se levanta y suelta el primer golpe, justo en el techo del bus. Ya no se detiene y sigue alternando golpes y mordidas. Tijeretazos letales. Escombros.

El segundo sacrificado esperaba su turno. El mismo destino. Partido en dos, su articulación desapreció. Revienta una llanta. Es separada del reto y continúa el fugaz momento de la chatarrización. ¡Adiós a los buses rojos!

De inicio serían cinco los convertidos a fierro. A lo largo del año serán completados los 60. Pero ya en el mismo patio, formados, esperan la estafeta los 40 biarticulados Volvo 7300, ya con Euro VI. También se suman 14 Scania, siete ya llegaron.

Insurgentes los espera y cerca de medio millón de pasajeros al día sumarán sus pisadas para cumplir todos los kilómetros que aún no llegan.