La tarde del pasado 23 de enero, la muerte elevó su manto y acarició la sombra de Manuel. Fueron eternos los segundos que duró la agonía. El sonido de los huesos al romper lo dejó anclado a la vida, tirado, postrado, encogido a los pies del tractocamión. La posición fetal que intentaba ahogar el dolor de su cuerpo apachurrado.

Había regresado a bordo de su vehículo, marcado con el número económico 4120. Recién le habían dado en la empresa su propio tracto. Rápido se ganó el mote “Dedos de Cirujano” por su precisión para hacer los cambios justo cuando el motor lo pedía. Estaba contento. Hasta esa tarde en que volvió al patio de la compañía en Chamapa, Naucalpan.

Descendió del camión para la revisión de rutina. Tenía que abrir el remolque para que el inspector verificara que iba vacío. Caminó hacia atrás para abrirlo. Justo en ese momento llegó el 3070, un tractocamión con doble remolque. Su conductor se bajó también para la revisión, pero no puso la válvula de freno. La unidad le ganó y se dejó ir contra el remolque de Manuel, quien estaba a punto de abrir las puertas de la caja, de espaldas.

¿Cuánto pudo acelerar el tractocamión con sus dos cajas? Lo suficiente para estrujar el cuerpo de este operador de 35 años, padre de dos hijos, esposo de una madre, hermano de muchos. Manuel todavía recuerda el sonido que le desgarró el esternón. Cómo se iban haciendo las cachitos de sus costillas fracturadas, afiladas, y cómo éstas poncharon un pulmón, luego el otro y luego nada. Se quedó flaco de aire. Apenas la inercia de las inhalaciones dolorosas le permitían jalar un traguito de oxígeno. Nada más.

El dolor era de miedo. Sentía que la vida se le iba entre los espasmos de su pecho. Ni siquiera se podía mover. Quedó depositado en el suelo, atrapado entre la fuerza de su espíritu y el abrazo de la nada. Pensó morir. Quería vivir. Por mero instinto lo llevaron a Urgencias en Lomas Verdes. Ahí peleó la batalla más dura, pues tuvo que sobrevivir al coxis fracturado, las costillas rotas, los pulmones ponchados, el estómago deshecho.

La empresa no dio parte a las autoridades, no ha proporcionado el video grabado por las cámaras de vigilancia, justo donde pasó el incidente. De hecho, semanas después, el propio sobreviviente fue a las oficinas de la compañía para solicitar que lo apoyara con atención médica privada, pues estaba en riesgo de perder un pulmón. Ni siquiera lo dejaron entrar.

Aún le pagan sus quincenas, el puro salario. Cuenta con el servicio médico y el pronóstico de los especialistas es que, al menos, noventa días más estaría incapacitado. Puede caminar, pero sin hacer esfuerzos, sin cargar, con rehabilitación de cardio para intentar que el pulmón se agrande un poquito.

Durante los casi tres meses que han pasado desde ese día, Manuel salió, regresó y volvió a salir del hospital. Tras la operación del pulmón aún no tiene certeza sobre cómo quedará. Su ánimo se ha fortalecido y su espíritu no está dispuesto a rendirse. El futuro es incierto, pero no su actitud. Esa sigue intacta. Ya sea arriba o abajo del camión, seguirá escribiendo su historia en esta remota Autopista del Sur.