A pesar de que Daniel Sánchez Lobo viajaba en el camión de su padre desde que tiene memoria, cuando era adolescente y quiso aprender a manejar, ni su papá ni su hermano mayor estuvieron dispuestos a enseñarles, pues preferían que siguiera estudiando. 

De hecho ahora que lo recuerda no sabe cómo fue su infancia escolar, pues para él la memoria de aquellos años sólo lo remite al tractocamión con su padre. Y aunque tiene una hermana y un hermano mayores, a ellos no les gustaba viajar con su papá, pero a Daniel sí, y sabe que desde ahí viene su gusto por el transporte. 

Justo en la adolescencia cuando decidió que no quería seguir estudiando, pensó que sería fácil entrar a trabajar en la empresa de su padre, pero la respuesta fue negativa. Su hermano ya trabajaba ahí y ninguno de los dos lo apoyó en un principio. 

Así que decidió meterse a escondidas en el patio de la empresa y pedirle a los operadores que le enseñaran a manejar el camión. Ellos aceptaron, pero cuando el dueño y el hermano mayor de Daniel se enteraron les prohibieron que le enseñaran, pues todavía tenían la esperanza de que regresara a la escuela. 

Pero su destino estaba en la carretera, así que seguía tomando clases en la clandestinidad, incluso los operadores se ponían en riesgo pues de haber sido descubiertos también les habría tocado regaño. 

Pero el hermano mayor se dio cuenta y pensó que sería mejor enseñarle él, pues de pronto los operadores eran más bruscos, así que la mejor opción era que aprendiera bien. 

Y así fue, le llamó a su hermano y le dijo que él ganaba, que le enseñaría, pero tenía que aprender bien, así que agarraron un camión, del que Daniel ya no habría de bajarse durante muchos años. Eso fue en 2004 y “El Lobo” sigue conduciendo por todos lados, a pesar de que ya es dueño de varias unidades. 

El 10-28 de “El Lobo” es por el apellido materno, y aunque así le decían a su hermano y él le tocó ser “El Lobito”, con el paso del tiempo cada uno se quedó el suyo sin el diminutivo. 

Apenas tenía seis meses aprendiendo cuando agarró su propio tractocamión y empezó a hacer viajes cortos, siempre cargando en el Puerto de Veracruz y con destinos cercanos. 

Y así poco a poco fue subiendo el kilometraje hasta que recorrió todo el país durante los próximos cuatro años, cuando buscó nuevos horizontes y consiguió trabajo en Petróleos Mexicanos (Pemex) moviendo pipas. 

Para él esa experiencia de diez años le valió entender buena parte de la teoría impartidas en las aulas en términos de capacitación y al mismo tiempo comproborar o retar a sus instructores pues nunca dejó de manejar en carretera. 

Al final para él sirvió como un bagaje que le ensanchó la visión sobre el transporte y también se tradujo en una mejor conducción, también más segura y eficiente, pero el proyecto se terminó y regresó a la empresa familiar, pero ya con las intenciones de hacerse socio y poner a trabajar sus propias unidades. 

Así fue y así ha sido, su padre, su hermano y él son socios, pero cada uno administra su propia flota, eso sí, bajo la misma razón social y siguen gestionando los viajes, compartiendo proveedores y apoyándose cuando es necesario.

Un aprendizaje importante para él es el trato con los operadores, pues él siempre ha sido uno y sabe o lo que se padece en el camino, desde retenes de seis horas hasta agentes aduanales que los hacen pernoctar en los recintos fiscales, de tal manera que él siempre ha sido empático con ellos.

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Esto se ha traducido en baja rotación, aunque también ha tenido que lidiar con todo tipo de colegas que de pronto abusan o no quieren trabajar, pero al final sus camiones siguen rodando y él seguirá, igual que nosotros, Al Lado Del Camino.