“Casi casi nací en el tráiler”, dice Saúl Treviño al inicio de esta plática. Recuerda a su padre conduciendo una chata desde que él era pequeño. 

Desde siempre lo que más le gustaba era subirse al camión, darse una vuelta con su padre y su hermano mayor. Para ambos, la influencia paterna fue definitiva.  

Los únicos dos hijos varones ocupaban el segundo y tercer lugar de los once retoños que tuvieron sus padres. Prácticamente se llevaban un año y desde que todavía eran pequeños, los papás se divorciaron y la vida les cambió para siempre.  

Aunque Saúl Treviño nació en Nuevo Laredo, Tamaulipas, desde muy pequeño le tocó mudarse a la Ciudad de México, en Lindavista, pero con el divorcio de sus padres él, su hermano, sus ocho hermanas, su madre y su abuela tuvieron que mudarse a Ciudad Nezahualcóyotl. 

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Hace casi 50 años se trataba de otro mundo. Y fue así como los dos únicos hijos varones tuvieron que dejar la escuela para ponerse a trabajar y apoyar a la economía familiar, pues eran muchas bocas que alimentar y la madre y la abuela no se daban abasto. 

Saúl Treviño recuerda que eran otros tiempos y que lo más natural era eso, ellos, al hombres, debían salir al quite y nunca le temieron al trabajo. 

Hicieron de todo, desde ayudantes en general hasta cargadores, pero nunca se les fue la espinita de un día volverse operadores como su padre, aunque éste siempre se negó a enseñarles pues quería que fueran a la escuela y construyeran un camino distinto.  

Ya en plena adolescencia, el conductor que cuenta esta historia buscaba a su padre y le bastaba verlo arriba de su camión para ratificar que él quería hacer lo mismo, así que se puso a buscar trabajo, y muy rápido consiguió en el reparto de bebidas ahí mismo en Nezahualcóyotl, junto con unos amigos. 

Y luego le llegó la oportunidad en Grúas Ramírez, una empresa ubicada en Cabeza de Juárez y donde finalmente aprendió a manejar vehículos más grandes. Saúl Treviño recuerda, además, que ahí sus empleadores eran exigentes, pero buenas personas, ya que para él representó un gran apoyo para poder solventar mejor los gastos en la casa.

Luego de unos tres o cuatro años en los que manejó casi todas las configuraciones vehiculares, él y su hermano decidieron buscar nuevas oportunidades en líneas más grandes, y así fue, hasta que, muy joven, a los 20 años, se casó, aunque nunca dejó de apoyar a su madre ni a sus hermanas.

Ya casado, su suegro le ayudó a colocarse en los talleres mecánicos de la Volkswagen y hasta consiguieron casa en Tlaxcala, y para hacer estabilidad y echar raíces, Saúl Treviño aceptó, sin embargo, la aventura le duró poco porque se sentía estancado, encerrado, como si tuviera las manos atadas.  

Aunque no fue fácil, habló con su esposa y con el suegro y les dijo que nomás no podía, que lo suyo lo suyo eran el camión y la carretera, que no terminaba de encajar en un trabajo “normal”.  

Y así fue como se regresó al camión, a seguir construyendo su propio camino y su propio sueño. El mismo que le ha permitido proveer de una buena calidad de vida a su esposa y a sus dos hijos, al tiempo que siempre siguió aportando a su familia consanguínea.  

En cuanto encontraba una mejor oportunidad laboral, con mejores salarios o mejores prestaciones, daba las gracias e iniciaba de nuevo. Incluso ya le falta poco para llegar a la jubilación.  

A pesar de que sus hijos fueron a la escuela y tienen una carrera profesional, hace algunos años ambos le pidieron ayuda, le dijeron que las vacantes estaban mal pagadas y que nomás no les alcanzaba, así que ni tardo ni perezoso, Saúl Treviño les terminó de enseñar a manejar y les ayudó a conseguir trabajo.  

Esto, para él, ha significado un gran orgullo y una gran satisfacción, pues sabe que si sus hijos hacen las cosas bien, nunca les faltará el sustento. Y también está consciente de los riesgos de la carretera, pero también está tranquilo porque tanto él como su esposa pusieron bases sólidas para que ellos tuvieran más herramientas y tomaran mejores decisiones.  

Una particularidad de esta historia es que este operador no tiene 10-28. Siempre le han dicho por su nombre e, incluso, uno de sus sobrinos fue el que heredó el sobrenombre del padre de Saúl.