Corría el año 1975 cuando Juan Sánchez decidió independizarse y comprar un camión para ponerlo a trabajar por su cuenta, pues se dio cuenta de que era una época bonanza para este sector y, a base de sacrificio, juntó para hacer esta inversión que le cambiaría la vida, pues así fue el inicio de Trans Lobo.

La idea del nombre fue para matar dos pájaros de un tiro, ya que es el apellido de su esposa y también sería el logotipo de la empresa, que por ese entonces en realidad era una persona física con un solo camión, pero con ganas de crecer y ser luego dos, cuatro, ocho y muchos más vehículos. 

Juan es oriundo de la Ciudad de México, lugar donde también nacieron sus hijos y esposa, pero la necesidad y, sobre todo, la oportunidad, lo llevaron a Veracruz, donde descubrió que había una gran posibilidad de consolidar su emprendimiento. 

Y aunque al principio lo dudó y prefirió trabajar en el puerto y vivir en la capital del país, los tiempos ya no le daban y el negocio seguía creciendo, de tal manera que ya no hubo mucho que pensar y se mudaron a Veracruz. 

Ese momento supuso un parteaguas para Trans Lobo, ya que, en efecto, la flota estaba creciendo y de pronto ya no se daba abasto, de tal manera que tuvieron que reorganizar todo el negocio y hacerlo persona moral. 

Apenas su hijo mayor, Juan Carlos, tuvo edad se puso a trabajar con él, pues aunque no le gustaban mucho los camiones cuando era niño, ya de grande salió bueno para el volante, igual que su papá. 

Y lo mismo pasó con el menor, Daniel, aunque a él sí siempre le gustaron los camiones y siempre que podía acompañaba a su papá a sus viajes. 

Don José todavía recuerda cuando llevaba a su hijo de unos seis o siete años y tenían que entrar a lugares donde estaba prohibido que los operadores fueran acompañados. Le decía a su hijo que se escondiera bien ahí en el camarote, pero un día a Daniel se le quedó un zapato en el asiento del copiloto. 

El vigilante echó un vistazo y hasta le bromeó que si no era muy chico ese zapato para él. Y en otras ocasiones hasta tuvo que invitarles un refresco para que lo dejaran pasar, pues no podía dejarlo ahí fuera. Estaba muy chico.

Y así pasaron los años de crecimiento y consolidación de Trans Lobo, hasta que el fundador tomó otra decisión importante para evitar cualquier tipo de disidencia en la familia.

Les dijo a sus hijos que seguirían siendo Trans Lobo, pero que cada quien administraría y gestionaría su propia flota, de tal manera que sí serían socios, pero más bien cada quien se haría cargo de su operación. 

Esto ha resultado en una gran decisión, ya que siguen apoyándose y cuando uno no puede hacer un viaje se lo pasa al otro o se juntan para algunas compras y decisiones, tips o buenos hábitos en la administración y en la operación. 

Eso sí, los tres siguen manejando, pues aunque ya tienen operadores y podrían dedicarse solamente a la oficina, no se sienten a gusto si pasan dos semanas sin salir a carretera. 

Incluso don José ya tiene más de 50 años haciendo esto, y siempre lo ha visto como la vida misma, pues es lo que sabe hacer y está consciente de que solo se bajaría del camión por un tema de salud o simplemente cuando le llegue su hora, pero eso no está en sus planes. 

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Ahora sus hijos son los que llevan la batuta y permean a las nuevas generaciones con la enseñanza a la vieja usanza, pues para ellos es muy importante conservar la tradición oral, pero siempre considerando que las nuevas tecnologías también requieren nuevos conocimientos