Cuando María del Refugio Díaz tenía 12 años se le metió la cosquillita de convertirse en operadora, como su papá, “El Nahual”. Años antes, desde los inicios de su memoria, a ella lo que más le gustaba era subirse al tracto y apretar todos los botones, perillas, la radio, el claxon y simular que manejaba moviendo el volante aleatoriamente. 

Todavía era el siglo XX y, al menos en su contexto y a pesar de que el diésel corría por las venas de la familia, hablar de una mujer operadora era impensable, de tal suerte que cuando le llegó la adolescencia tuvo que elegir otro camino, además de que también tuvo que dejar su natal Nezahualcóyotl, en el Estado de México, para mudarse con su familia a la Comarca Lagunera, en Coahuila.

Muy joven se casó -también con un operador- y se convirtió en mamá. Y aunque siempre trabajó, en realidad no había encontrado una actividad que la llenara por completo. Ya para principios de la década de los dos mil, se separó del padre de sus hijos y fue cuando su padre le preguntó que qué iba a hacer, pues la maternidad era un compromiso para toda la vida. 

No es que tuviera muchas opciones, además de que no sabía conducir tractocamión y lo veía como algo realmente complicado, pues ella había visto cómo en esa época los conductores le metían mano a los motores y debían saber todo aquel legado de la vieja escuela. 

Tenía que conseguir dinero para mantener a sus hijos, pero al mismo tiempo encontró una escuela de capacitación para operadores, y pensó que quizá sería una buena manera para entrar al autotransporte, ya que ni su exmarido ni su padre habían querido enseñarle. Debía partirse en dos y dividir sus tomar esos cursos. 

“No era fácil, sobre todo porque también tenía que hacerme cargo de mis hijos, y aunque mi mamá me ayudaba, pues esa era mi responsabilidad, pero también era mi oportunidad para salir y sacarlos adelante. Y me desesperaba que la capacitación fuera mucha teoría y nada de práctica. Yo ya quería subirme al camión, conseguir trabajo, en fin. Era joven y tenía prisa”, recuerda La Nahualilla. 

No fue fácil porque no había trabajo como operadora, es decir, en la gran mayoría de los casos, la vacante era clara al estar reclutando exclusivamente hombres: para María, además de ser joven e inexperta, debía intentarlo siendo mujer.

Hasta que alguien le dio oportunidad haciendo maniobras en patio, y de ahí ya no se detuvo, pues demostró que había nacido para esto. Incluso, en sus propias palabras, más que la carretera o los viajes, lo que más le gusta es el tractocamión, no el torton ni el rabón, sino el quinta rueda. Y ya nunca se bajó. 

“Todavía hay a quienes les cuesta aceptarnos como operadoras”

Por aquella época, María no estaba sola, ya que al menos ella recuerda que había otras cuatro o cinco colegas que estaban iniciando. Y por eso para ella era un tema crucial compartir sus conocimientos y experiencia con mujeres que a lo largo de estos años han querido aprender a manejar un tracto. 

Pero como ha dicho un par de veces, no ha sido fácil, pues incluso entre el propio gremio le ha tocado sortear a otros operadores que ni el saludo regresan o que las ven feo, les hablan sin respeto y hasta quienes las tachan de ser mujeres de la vida galante, pues no dan crédito de mujeres que se detienen en la carretera para descansar o comer. 

“Aunque he tenido todo tipo de escenas desagradables con colegas y algunos clientes, también he tenido la fortuna de que mucha gente conocía a mi papá, de tal manera que me respetaban o, al menos, no me hacían groserías. Y también una debe hacerse respetar, ser firme y clara, que sepan que estamos trabajando y no viendo a ver qué pescamos”. 

De hecho, años después la Nahualilla se volvió a casar y le enseñó a manejar tractocamión a su esposo, quien hoy también ya es operador. Una vez más, para ella este trabajo se trata de compartir, no de envidiar ni de dividir, de echarse la mano y apoyarse, pues nunca se sabe cuándo uno necesitará del otro.

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Hoy celebra que haya más oportunidades para mujeres, que haya más colegas al volante y más interés, pero eso sí, considera que hay que seguir trabajando en la sensibilización para todos los actores de la cadena logística, ya que es responsabilidad de todos, además de las urgentes condiciones de seguridad que se requieren para todos, hombres y mujeres que cada día llevan todo a todas partes.