A finales de los años 30 Marius Mignol, investigador de Michelin,  ideó un tipo de llanta cuyas capas se remplazaban por cables metálicos radiales muy espaciados.

Por esta arquitectura tan particular, el prototipo se denominó internamente como “la jaula de moscas”. En todas las pruebas y mediciones mostraban que la suela de la llanta no se calentaba, mientras que los movimientos de las capas diagonales de una llanta ‘convencional’ liberaban la mayor parte de su calor por los flancos.

Michelin estaba convencido: la llanta radial prometía un gran futuro.

En 1951, con el automóvil  Lancia Aurelia B20 que fue el primer coche equipado con estas famosas llantas radiales de Michelin. Sin embargo, para aprovechar todos los beneficios que mostraban estas llantas, había que desarrollar vehículos y trenes de rodaje capaces de explotar completamente todas sus cualidades. Pero fue hasta el  año de 1955, con el lanzamiento del Citroën DS que la andadura comercial de la llanta radial en el mercado francés había comenzado.

La carrera internacional se inició una década más tarde, en el año de 1966 cuando la armadora Ford Motor Company, insatisfecha con todas las llantas que había probado para su nuevo Lincoln Continental Mark III, eligió el MICHELIN X como primer equipo para su automóvil. La historia estaba en marcha.

Para preparar plenamente la revolución total que suponía la llanta radial, Michelin fue desarrollando su nueva tecnología en paralelo para diferentes vehículos. Así, en el año de 1952, Michelin cambió el mundo del transporte con la presentación de la primera llanta radial para camión.