El primer recuerdo de su vida se remonta al vaho que empaña los cristales de un camión. Prácticamente desde siempre le gustaron los tractos. Nadie, nunca, le fomentó este gusto. “Se nace con él”, dice. Literalmente el viaje fue efímero, pero la esperanza de dejar el asiento del copiloto y volver a tomar camino con el volante en las manos, no se agota.
Iván Solorio es un operador ficticio. Su escasa experiencia se limita a haber sido el 10-12 de un amigo suyo que era operador y que lo subió de chalán cuando tenía 19 años. Lo dejó darse sus vueltas en aquel viejo camión y recuerda no haberlo hecho tan mal. Ahí dio sus primeras vueltas y la pasión por los tractos lo mordió para siempre. No hay un día en que no desee volver a subirse a un camión.
En esas andaba, aprendiendo el oficio, cuando su amigo Joel Martínez se murió. La diabetes le cobró factura e Iván no pudo seguir los pasos de aquel operador. Fue papá demasiado joven, aún más joven que en su carrera como aprendiz de trailero. Entre las necesidades de la nueva familia y los vaivenes de la vida, siempre se dedicó a otra cosa. Vendió autos para mantener a sus tres hijos y sacarlos adelante. Así fue.
Hoy, la vida le ha dado la revancha. Sus hijos crecieron, se fueron e hicieron su vida. Él tiene todo para emprender este proyecto. Entre sus planes inmediatos está comprarse un camión para retomar el primer sueño de su vida: ser trailero. No es fácil, lo sabe, pero quiere intentarlo.
Su principal inspiración sigue siendo aquel maestro de la juventud que le enseñó los primeros trucos de la carretera. Eso sí, desde aquella época hasta el momento en que narra esta historia, ha realizado esfuerzos importantes por reivindicar al gremio.
“Los traileros son personas, sienten, piensan y sufren como todos. Cuando uno va en la carretera siempre se queja del camionero. Cree que son irresponsables, violentos o adictos. Por supuesto que hay malos operadores, pero a mí me ha tocado conocer a los que de veras se la rifan y sacan adelante su trabajo y a su familia. Mis respetos para todos ellos”.
Mientras junta para el enganche de su camión, inició una campaña en redes sociales. Se llama “Amigo Trailero”, y busca sumar esfuerzos entre los operadores mexicanos para concientizar a todos los automovilistas posibles en torno a la seguridad vial.
Si bien es cierto que hay operadores inseguros, aclara, también es verdad que muchas veces los particulares tampoco son buenos conductores. Por eso se le ocurrió compartir con grupos de camioneros información que les puede ayudar a hacer mejor su trabajo, en tanto que también busca fomentar mayor respeto y tolerancia para el gremio transportista.
“No hay peor lucha que la que no se hace”. Con esta convicción, este aprendiz de trailero está poniendo su granito de arena y hasta sueña con adquirir experiencia unos dos o tres años en México para buscar suerte en Estados Unidos y Canadá. Está convencido de que los operadores mexicanos también son material de importación y por eso ya le anda por tener su propio camión.
Mientras, paso a paso, sigue reconstruyendo las piezas del rompecabezas que dejó a medio armar hace 30 años. No tiene nada que perder, afirma. Al contrario. Todo lo que le queda son las ganas de subirse a un camión y escribir su propia aventura sobre esta remota Autopista del Sur.