Jaime García siempre quiso ser conductor de un tractocamión, pues el padre de un amigo a eso se dedicaba y, cuando era niño, tuvo oportunidad de acompañarlo a un par de viajes en los que conoció nuevos lugares. Desde aquellas lunas supo que algún día cumpliría su sueño: Fletes La Estrella. 

Ese amigo de la infancia quería ser profesor, así que cuando tuvieron que elegir una carrera, ambos se metieron a la escuela normal, ya que para ese entonces para ellos era más importante seguir juntos, de tal manera que Jaime no consideró la opción del transporte. 

Se titularon y consiguieron trabajo en la misma escuela, de tal manera que prácticamente habían resuelto un futuro compartido; cada uno se casó con su novia y tuvieron dos hijos, dos parejas. 

Eran familias amigas, las esposas, los niños y, por supuesto, ellos, que incluso se hicieron compadres y hasta ya habían emparentado a sus hijos, pero sólo de palabra, pues nunca sucedió. 

Luego de una amistad de 40 años, el amigo de Jaime se enfermó y no sobrevivió, dejando una viuda, dos hijos huérfanos y un amigo desolado. El golpe fue para todos y aunque sus hijos ya eran grandes, el protagonista de esta historia nunca los dejó solos. 

Y no sólo eso, sino que a sus casi 60 años, a punto de jubilarse, pensó que sería buen momento para cumplir su sueño de la infancia: comprar un camión y manejarlo. 

En su reflexión, pensó que ya habían vivido el sueño de su amigo y que ahora le tocaba a él, pues nunca creyó que se le había pasado la oportunidad. Así que lo hizo. 

Una vez jubilado juntó sus ahorros y los bonos que le dio el sindicato magisterial y tenía un buen capital para invertirlo en un camión Kenworth, pues también ese siempre fue su sueño, pues el papá de su amigo traía uno igual. 

Sus hijos le recomendaron que desde el principio fuera una persona moral y que constituyera bien la empresa, pues le convenía más. Así fue y cuando pensó en un nombre, se acordó que, de niños, él y su amigo habían imaginado que cuando murieran seguro se irían a vivir a una estrella. 

A él le gusta pensar que su amigo ya está ahí, así que no lo pensó demasiado y tomó el nombre para su empresa: Fletes La Estrella, un emprendimiento que en cinco años ha crecido con pasos importantes, pues la pandemia representó una gran oportunidad para ingresar en el traslado de bienes de consumo. 

Hoy, incluso, su hijo mayor ya trabaja con él y se encarga de la parte administrativa, mientras Jaime García sigue arriba de su camión, se va de convoy con los demás operadores de Fletes La Estrella y siempre recuerda a su amigo. 

En el presente, la empresa sigue creciendo su flota y generando fuentes de empleo. Al ser una empresa pequeña, debe tener más cuidado de la inseguridad, pues su patrimonio está más comprometido, pero por suerte no han tenido robos ni accidentes mayores. 

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Y así es como estiman cerrar el año con crecimientos importantes y una gran proyección para 2025, pues ahora están buscando diversificar la operación hacia el puerto de Lázaro de Cárdenas, pues varios colegas les han dicho que ahí el trabajo sobra. Y eso harán. 

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