Cuando Ernestina Márquez se quedó viuda, sus cuatro hijos todavía eran pequeños, de tal manera que no sabía qué iba a hacer para sacarlos adelante, ya que tenía más de 10 años dedicándose al hogar y viendo, de lejos, lo que hacía su esposo con el camión que manejaba y que recién había terminado de pagar: ésta es la historia de Fletes Alfa.
Su esposo había dejado ya construida la casa y ese camión para consolidar el pequeño patrimonio que habría de representar algo para sus hijos el día que él faltara, pero sin duda no tenía contemplado que fuera tan pronto.
Los hijos del matrimonio Fuentes Márquez tenían 10, 8, 6 y 3 años de edad cuando se quedaron huérfanos de padre. Su madre tenía el camión de su difunto esposo y una familia que mantener, así que eso hizo.
Conocía a un operador que había trabajado con su esposo y también a las personas que le daban fletes, así que tomó el mando y se enfocó tanto que no se dio cuenta en qué momento estaba tan metida que había creado el sueño de una vida.
Así fue como nació Fletes Alfa, pues antes sólo era un hombre-camión que operaba sin nombre, con conocidos y recomendaciones, con los justo para pagar la casa y los gastos de la familia.
Pero con doña Ernestina la cosa cambió, ya que descubrió que la eficiencia de la operación y la medición escrupulosa de los gastos era la clave del crecimiento.
De hecho se sorprendió cuando al primer mes tenía más de lo que necesitaba para sus hijos, así que se puso a ahorrar, hasta que preguntó al operador si tenía a algún conocido que quisiera trabajar con ellos, pues estaba pensando comprar otro camión.
Y así fue como aquel primer operador se trajo a su hijo, que recién había dejado la escuela y estaba aprendiendo el oficio. Qué mejor que hacerlo con él, y la dueña estuvo de acuerdo.
Apenas pasaron cinco años cuando ya tenían el mismo número de tractocamiones y la necesidad de la operación les hizo conformar la creación de Fletes Alfa, nombre tomado del alfabeto romano, pues a su difunto esposo siempre le había gustado ese signo, pues representaba el comienzo.
Para doña Ernestina no hubo duda cuando pensó en el nombre, pues era una buena forma de recordar a su esposo, ahora también en una empresa que él siempre quiso crear.
El tiempo, la disciplina, la responsabilidad y el cariño al trabajo hicieron que Fletes Alfa creciera de manera ordenada y dando trabajo cada vez a más familias, hasta que incluso los hijos de la fundadora se fueron incorporando en tareas muy puntuales.
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Su hijo el mayor se hizo cargo de las partes operativas, la segunda hija le ayudó en la parte administrativa y los otros dos decidieron buscar su camino por otros lugares, en la escuela y con algunos trabajos ejerciendo sus profesiones.
Para la fundadora de Fletes Alfa, la clave ha sido siempre tener los pies bajo la tierra, pues a pesar de que ha construido un patrimonio importante para sus hijos y para sus nietos, nunca despilfarró ni mal gastó su dinero. Al contrario, lo ahorró y lo invirtió de manera exitosa.
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