Hay un predio sin muchas señales de lo que podría albergar. Zaguanes grandes, que algún día fueron blancos, se abren más o menos cada noventa minutos. Entran y salen pipas de todo tipo; por la puerta más pequeña, personas uniformadas hacen lo propio, pero lo hacen solamente a las ocho de la mañana y a las cuatro de la tarde. 

Un operador que condujo una de esas pipas sabe lo que hacen en ese lugar, al que suelen llamarle “mezcladora”. Llegan los vehículos con combustibles recién comprados o de importación y los llevan ahí para la mezcla, es decir, para ser rebajados, adulterados.

Se trata de un proceso en el que se combina el combustible con algunas naftalinas y etanol, generalmente en una proporción de 10 a 3, es decir, por cada diez litros de diésel o gasolina se agregan tres de esas otras sustancias químicas. 

¿La razón? Tener un producto rebajado y, por tanto, más barato, pues las sustancias mezcladas resultan de bajo costo, pero el litro final se vende como si fuera combustible puro, pero no lo es. 

El operador que cuenta esto ha entrado en distintas ocasiones a ese predio ubicado en la Ciudad de México. Relata que dentro hay decenas de unidades vaciando y llenando sus tanques, pero la mezcla no lo es todo.

Muchos de esos combustibles que llegan de importación lo hacen en tanques para otras sustancias, es decir, se trata de huachicol fiscal, pues distintas empresas se ofrecen para hacer este tipo de transporte, en el que los clientes evaden el pago de combustibles por el ingreso de las gasolinas y el diésel. 

Por si fuera poco, ya que se ahorraron el pago de esos impuestos, ahora mezclan los combustibles y los diluyen para vender diésel y gasolina adulterados y tener un negocio aún más rentable, aunque ilegal.

Las autoridades, por supuesto, lo saben. Conocen el modelo y hay personas que participan en la ecuación, pues tampoco se trata de una práctica nueva y, eso sí, de una que está lejos de ser erradicada, pues esa “rentabilidad” suele ser compartida con quienes se hacen de la vista gorda. 

La paradoja de esta historia se dio cuando este operador, en su día de descanso, se vio en la necesidad de cargar gasolina para su auto personal. 

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Llegó a una de las estaciones más cercanas a su casa cuando una de las pipas que él había visto ayer en aquel predio estaba terminando de suministrar combustible, así que mejor se fue a la siguiente, pero sabiendo que sería cuestión de suerte, pues sabe bien que esto sigue creciendo. 

Lo peor es que los usuarios no lo saben, pero de a poco sus vehículos van a empezar a fallar por estos motivos, y este operador seguirá, igual que nosotros, Al Lado del Camino. 

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