Del otro lado del parabrisas se miran los camiones formados. El conductor toma un poco de agua y avisa a la empresa que llegó a la aduana. Tiene el tiempo perfecto para cruzar a Estados Unidos y entregar la carga. 

Esperar es la norma, pero lleva más de 30 minutos y apenas avanzó poco más de un metro. Se baja de la unidad para estirar las piernas y observa que detrás de él hay una fila considerablemente grande y que esto, sin duda, no es normal. 

Camina hacia delante para preguntar si alguien sabe algo, pues los de hasta delante están muy lejos, así que se acerca mejor con los más próximos a él. Pero éstos no saben qué pasa en la aduana, así que también se inquietan y se bajan de sus tractos.

Todos sacan sus teléfonos para revisar si hay algún reporte en sus grupos de comunicación o en las redes sociales, y justamente uno de ellos lee que hay elementos de la Guardia Nacional haciendo inspecciones profundas a cada unidad que pasa por ahí.

“Ni modo, pues a esperar”, dice uno más. 

El operador que cuenta esta historia no se quedó así nada más, pues tenía instrucciones precisas de llegar en tiempo y forma al otro lado. A nivel personal también le daba coraje, pues había hecho todo lo posible para ganar tiempo y volver antes a su casa, tres días después.

Como la fila no se movía y sólo crecía, echó a andar unos pasos más para delante, hasta que encontró a los uniformados haciendo tales revisiones.

Todos y cada uno de los vehículos o más bien sus remolques son abiertos, los sellos violados e inspeccionados casi con lupa. Eso sí, no abren las mercancías, utilizan perros y algunos artefactos para sus protocolos, principalmente, para detectar drogas.

Aunque claro, estos operativos en aduana también incautan mercancías robadas, inmigrantes o cualquier tema irregular. El operador vuelve mientras llama a su empresa para reportar el asunto; esos operador que van hasta delante de la fila llevan casi dos horas y no se ve para cuándo. 

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“Ni hablar, les tocó”, le dice el jefe de tráfico. Ahora llama a su casa y también comparte algunas fotografías en los grupos informando lo que acaba de confirmar. 

Se sube al camión y el aburrimiento termina por vencerlo. Se queda dormido y cuando despierta se da cuenta de que nadie se ha movido. Fueron 30 minutos y nada. 

En total esperó seis horas. Avanzando de a poco, sin comida y ahora también sin bebida. Ya no llega y su cita para descargar es para el día siguiente. Se queda esperando en la aduana, igual que nosotros, Al Lado del Camino. 

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