Oscar Durán Toscano tiene 30 años de edad y lleva la mitad de su vida arriba de un tractocamión. En su familia no hay transportistas, pero a él desde muy pequeño le interesó el tracto, así que hizo lo necesario para convertirse en operador profesional, y así es como inicia la historia de “El Mariachi”.
Debía estar estudiando la secundaria cuando descubrió que su papá tenía amigos traileros. Llegaban en su tractos impecables, enormes, y él se quedaba anonadado imaginando que moverlos sería lo más difícil del mundo.
Desde aquella época, curioso, les preguntaba para qué servían todos esos botones, las palancas, que cómo se enganchaba la caja, se acoplaba el dolly, en fin, su padre, incluso, tenía que disculparse con sus amigos porque el chamaco daba mucha lata.
-No, pues al contrario. Qué bueno que tu hijo sea curioso y que pregunte. ¿O qué?, ¿prefieres que sea tímido, reservado y se quede con las ganas de saber algo?
-No, pues no.
-Ahí está. Es más, deja me lo llevo a un viaje para que vea lo que es bueno. Capaz que se da cuenta que está canijo y ya no quiere regresar.
-Capaz de que le gusta y ya luego no lo puedo bajar.
Así fue como Oscar empezó a irse de viaje con los amigos de su padre, siempre preguntando, viendo, calculando y disfrutando de la carretera. Nunca se cansó.
Ya hasta le soltaban el tracto, primero con un remolque y después con dos. Maniobras, pequeños tramos y todos se sorprendían porque lo hacían bien y rápido. Era bueno aprendiendo, pero lo mejor es que le gustaba mucho. Se le veía en los ojos.
Todavía era muy joven para que se hiciera trailero formalmente, así que tenía que conformarse con maniobras pequeñas, pero así fue que desde los 16 años ya movía los fulles y no se le complicaba estacionarlos, hacer la maniobra y hasta desengancharlos.
Para ese entonces, su padre ya sabía que su hijo no se bajaría del camión, así que sólo le quedaba ayudarlo, pues sabía que era bueno y que sus amigos siempre habrían de arroparlo si se requería algo en la carretera.
Así que cuando cumplió 18 años le sacó su licencia federal y le dio su bendición, pues ya sería un trailero y su vida ahora estaría en las carreteras.
No tenía 10-28, así que sus amigos se fijaron en un pantalón que recién se había comprado para hacer maniobras en la plataforma; era un pantalón como muchos, sólo que en los costados tenía la costura tradicional del traje de charro, de tal manera que sus amigos no perdieron el tiempo.
Y así fue como se le quedó lo de “El Mariachi”, a pesar de que no le gusta esa música y nada tiene que ver con las tradiciones de Jalisco. Sólo aquel memorable pantalón.
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Doce años después sigue aprendiendo y disfrutando del camino. No se aburre y ya conoce cada rincón del país. Continúa rodando sobre la 57.
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