Ella está en una convivencia familiar que organizó la empresa. No sólo para operadoras, sino para todo el personal administrativo, comercial y técnico. La noche anuncia su llegada.
Ya cuando la reunión se iba muriendo una persona de confianza del dueño le ofreció llevarla a su casa. Ella tenía que pasar al patio de la compañía por su mochila y de ahí a su casa harían unos cinco minutos.
Ella aceptó el aventón y fueron al patio, no tardó y subió a la camioneta. Apenas llevaban unos metros andando cuando él bajó la marcha y puso su mano muy cerca del pecho de ella y se acercó para intentar besarla.
Ella se espantó, pero reaccionó muy rápido. Se alejó y le exigió que detuviera el coche, que iría caminando.
Al principio él quería insistir, pero entendió que nada pasaría así que quizá intentó disculparse, pero ya era demasiado tarde. Había cruzado los límites del respeto para entrar en los oscuros terrenos del acoso.
Ella se bajó del vehículo y continuó a su casa a pie, justo en la parte más insegura del camino. Pero no pensaba en eso: seguía horrorizada, espantada, sorprendida de lo que recién había pasado y de lo que aún no le caía el veinte.
Le costó trabajo, pero al final pudo dormir, todavía sin saber qué hacer al día siguiente cuando llegara a su centro de trabajo. Quería llorar, quería gritar, quería desquitar su impotencia y vaciar esos sentimientos que le habían invadido el corazón.
Lo “bueno” era que tenía viaje, de tal manera que no estaría ahí mucho tiempo. Y así pasaron dos o tres días hasta que no pudo más y le confió lo sucedido a otra persona también de mucha confianza para el dueño.
Cuando escuchó el relato, éste le preguntó porqué no lo había dicho antes, que él se habría hecho cargo, que no se podía quedar así.
En efecto, esta persona fue con el dueño y le contó lo sucedido, con los pormenores. Dijeron que hablarían con el otro hombre y ya no se sabe qué pasó; ha pasado mucho tiempo y todo continuó como nada hubiera pasado.
Hoy, ella quiere exponer este caso, pero no se atreve por miedo a las represalias o hasta por perder su trabajo, pero también sabe que la empresa en la que trabaja hay más compañeras que, eventualmente, podrían pasar por lo mismo.
Sabe también que en su empresa han trabajado para darle más espacio a mujeres operadoras, que ya pusieron baños e infraestructura para ellas, pero en temas de resolver el acoso, con un protocolo o con medidas para evitar que suceda, aún falta mucho por hacer.
“No quiero que mis compañeras pasen por eso. Y yo sé que tenemos una responsabilidad de trabajar en equipo, de establecer las circunstancias para las futuras generaciones, sin embargo no es fácil sabiendo que esto pasa con tal impunidad”, señaló para TyT.
Lo que ella busca es respeto, dignidad y seguridad para sus compañeras, para todas las mujeres que ya sea en sus propias empresas o con algún cliente o simplemente en la carretera están vulnerables a ésta y otras situaciones.
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Mientras, seguirá trabajado para evitar estos hechos en el futuro y continuará, al igual que nosotros, Al Lado del Camino.
Te invitamos a escuchar el episodio más reciente de nuestro podcast Ruta TyT: