A sus 26 años, Fernando Martínez Sotomayor tiene muy claro que nació para ser operador, ya que su recuerdo más remoto es estar sentado en el regazo de su padre mientras conducía su tractocamión; además del oficio, también le heredó el 10-28.
Cabueno era el sobrenombre de su padre, quien al principio se negaba a enseñarle a manejar a Fernando, pues como suele pasar, él quería algo distinto para su hijo: que fuera a la escuela, eligiera un profesión y creciera lejos de los camiones.
Él sabía que éste no era un oficio fácil, ya que el principal sacrificio que se hace es con la familia, con la esposa, los hijos y también con los amigos, ya que el poco tiempo libre que hay es para descansar o estar en casa.
Por eso “El Cabueno” no quería enseñarle a manejar a su hijo, pero el tiempo, el destino o el oráculo no se equivocan. Fernando dejó la escuela y le suplicó a su padre que le enseñara, que siempre había querido hacer esto, como él.
No hubo más remedio que enseñarle, pues, además, era prioritario que aprendiera bien, así que ambos se subieron al camión para las clases no sólo de la manejada, sino de la forma de vida que representa ser operador.
A sus 26 años, Fernando “El Cabuenito” Martínez recuerda a su padre como eso, como el gran maestro y el mejor guía para este camino, para todos los caminos que ha tomado durante cinco años.
Ahora a Fernando le toca ir y venir en el tractocamión por toda la ruta del Pacífico; desde que inició como operador trabaja para Transmex y sabe que es un buen trabajo, justo con las advertencias de su adre, principalmente por el sacrificio de la familia.
“El Cabuenito” tiene tres hijos y, aunque todavía son pequeños, él quieres para ellos lo mismo que su padre quería para él. Le gustaría verlos terminar la escuela y construir una vida feliz.
Tienen nueve, siete y cuatro años, y naturalmente, a ellos también les gustan los tractocamiones y se suven con su padre en cuanto tienen oportunidad; si el destino fuera el mismo, sonríe al decir que no tendrá más remedio al igual que su padre. Les enseñaría con mucho gusto.
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“El sacrificio es muy grande, pero siempre vale la pena hacerlo con gusto y hacerlo por nuestras familias; las siguientes generaciones deben hacer lo propio si este fuera su sueño, mientras nosotros seguimos aquí arriba del camión viviendo lo que nos tocó vivir”.
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