Fidel termina de revisar las tablas con los viajes de esta semana. Observa que hay diferencias sustanciales en los tiempos y desempeños de los operadores, pero sabe también que sus vehículos y, sobre todo, las rutas, no son las mismas, de tal manera que inquiere al jefe de Tráfico.
Le pregunta sobre los mantenimientos, las condiciones de la flota y si han tenido reparaciones mayores en el último mes. La respuesta es negativa y hace un par de anotaciones en su inseparable libreta.
Ya tiene el reporte actualizado de los operadores con indicadores más bajos: consumos de combustible, puntualidad, cuidado de la unidad, incidentes viales y kilómetros recorridos. La fórmula no les favorece, pero se trata de un algoritmo confiable, al menos en términos meramente cuantitativos.
Treinta minutos después, estos siete conductores ya lo esperan en la sala de capacitación. Llega puntual y los saluda de mano y les pregunta cualquier cosa para romper el hielo, y uno de ellos hasta le cuenta que le tocó ver un accidente muy aparatoso allá por los rumbos de San Luis Potosí.
Luego de esa plática más bien retórica, Fidel les empezó a preguntar sobre su estancia en la empresa, que cómo se sentían y que si les gustaba su trabajo; les contó que él también había sido operador y que, en aquellos tiempos, los patrones de todo les querían descontar.
“Si ellos habían calculado que de aquí a Querétaro se consumían tantos litros de diésel y yo traía menos, pues me lo descontaban, y lo mismo con las llantas, que medían a cada vuelta… no, eran otros tiempos”.
-Es por eso que a mí no me gusta ser así, y sé que a ustedes en otras empresas les ha pasado igual-, les dice ya en un tono más serio.
Les cuenta sobre sus anotaciones en la libreta, que según los indicadores y los sistemas de geolocalización, sus registros son los más bajos, pues consumen más diésel, tardan más tiempo y hasta han tenido varios incidentes viales. Y todo eso comparado con sus colegas bajo las mismas circunstancias.
Uno de los operadores lo interrumpe y le dice que si quiere sancionarlo, él no tendría problema, ya que la verdad sí había tenido descuidos en la operación, pues ha tenido una serie de problemas en casa y no ha estado del todo concentrado, pero que cuenta con él y hasta le promete que mejorará en su desempeño.
Fidel retoma la palabra y les dice que busca exactamente lo contrario, que no pretende condicionarlos, pues sabe lo difícil que es su trabajo por sí solo, pero cuando hay factores externos, como la familia o la vida personal, esto se puede complicar más.
Y les ofrece un plan. Se trata de trazar objetivos deseables para la operación y factibles para ellos. A cambio, les ofrece tiempo, dinero extra y también beneficios para su familia, como enseres domésticos, zapatos para los niños, útiles, en fin, una serie de beneficios que ganarían juntos.
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Los operadores cambian su actitud, se les ve en el cuerpo. Ese lenguaje que no sabe mentir y que de pronto ya los muestra entusiasmados, pues imaginaron lo peor, hasta que perderían su trabajo.
Fidel ya había desarrollado un esquema de compensaciones que no es nuevo, pero para él sí, y que los resultados son inmediatos y siempre positivos, pues los operadores se esfuerzan más y están más tranquilos. No se trata de un gasto, sino de una inversión. Y mucho ahorro.
Incluso Fidel se despide de ellos muy motivado y contento porque notó un cambio importante en sus palabras, en sus rostros y en lo que habrán de pensar camino a sus casas. Dos meses después habrá de comprobar que así fue y aunque no son los que tienen los mejores desempeños, están ahí muy cerca y muy contentos.
Sonríe y camina rumbo a su oficina, confiando en que esta decisión le permitirá continuar, al igual que nosotros, Al Lado del Camino.
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