Miryam Ochoa, mejor conocida como “La Pipera”, es famosa por ser la primera mujer operadora en transportar materiales peligrosos en doble remolque en México, pero lo que no todos saben es lo que más le gusta de este oficio o cuál ha sido su mayor reto.
Desde muy joven y por mera curiosidad, ella decidió colgar la bata de medicina para subirse al camión. Era 1984 y el mundo era todavía más disparejo. No era común ver a una mujer detrás del volante de un tractocamión, pero para ella eso fue una motivación más que una barrera.
Y es que desde siempre supo que las cosas no sucedían solas. En sus propias palabras “se aventó y voló para ver hasta dónde podía llegar”.
A casi 40 años de distancia, La Pipera valora todo lo que el autotransporte le ha dado y también le ha quitado, pues no ha sido fácil. Por un lado, todas las experiencias y lugares que guarda en la memoria y por otro, las exigencias y los obstáculos también han marcado este camino.
“La Pipera”, además de ser un 10-28 es toda una vida, pues a pregunta expresa de TyT, Miryam cuenta que lo que más le gusta de este oficio son los amaneceres, y eso, por mucho, es algo que no cambiaría por nada y que, además, no podría tener si se dedicara a otra cosa.
“He visto paisajes que no salen ni en las películas. Ni en los mejores sueños uno podría imaginar los amaneceres tan bellos que he visto en mi camión. Y eso, por mucho, es lo que más me gusta de este trabajo”, relata.
También las personas, pues a lo largo de estas cuatro décadas ha hecho amistades invaluables y llenas de buenas experiencias, camaradería y lo más parecido a una familia a cada lugar que va.
Por el lado contrario, la inseguridad ha sido sin duda el gran obstáculo, pues para nada es un trabajo amable en términos de seguridad.
Una vez, hace muchos años, ella iba para Michoacán y ya era de madrugada. El camión se le detuvo e iba sola. No había celulares y la comunicación era a cuentagotas, así que no tuvo más remedio que bajarse a echar un vistazo.
Abrió el pesado cofre del motor y nada. Lo único que podía hacer era esperar a que amaneciera para ir en busca de ayuda o quizá que algún colega se orillara para auxiliarla.
Le habían contado que por ahí era peligroso en las noches, así que se mantuvo alerta. Pero escuchó a lo lejos que alguien venía. Se oían los pasos y sonaba como si no fuera solamente una persona.
Por instinto ella tomó una mochila con el poco efectivo que llevaba y los papeles de la carga y se escondió debajo del camión. Eran otros vehículos y alcanzó a meterse ahí por el motor para que no la encontraran.
Las personas se acercaron, merodearon y al ver que no había nadie, siguieron su camino. La Pipera lo recuerda y al mismo tiempo suspira al pensar que han sido tantas las anécdotas que lleva en su memoria.
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Hoy sigue trabajando y tiene conciencia de que al final de los días, esto también es su vida y sin volviera a nacer volvería a ser operadora.