Rolando Nicanor Chávez tenía 17 años cuando empezó a trabajar como operador de autotransporte, pero esto lo supo desde siempre, pues desde niño quería dejar la escuela para tomar el volante.
Su padre también era operador y, de alguna manera, sabía que esto algún día pasaría, pero no tan temprano, pues Rolando ni siquiera quería terminar la primaria.
Pero era un niño, así que no tenía opción y continuó estudiando mientras su cuerpo crecía y se alistaba para las dimensiones del volante: eso sucedió apenas en la secundaria.
Le batallaba mucho para la escuela, pues no le gustaba. Se la pasaba jugando, no entraba a clases y tampoco hacía la tarea. Seguido le decía a su papá que mejor le enseñara a manejar y que se encargaría del resto.
No tuvo otra alternativa que ceder, pues lo mismo le pasó a él muchos años antes. Le dio permiso de abandonar la escuela y le enseñó a manejar, aunque, eso sí, tendría que esperar a tener la edad para sacar la licencia y hasta le ayudaría a conseguir trabajo.
Por algún conocido o alguna artimaña del sistema, Rolando Nicanor obtuvo su licencia a los 17 años y se subió al tractocamión a escribir su propia historia, y lo hizo con la fortuna de ser colega de su padre.
Seguido le contaba cómo le había ido, los lugares que había conocido y todas esas experiencias que uno va juntando en el camino. Su padre lo escuchaba con gusto, con cariño y hasta con nostalgia, pues le recordaba la magia de las primeras veces.
Igual le seguía dando consejos, sobre todo que se cuidara, que no anduviera en malos pasos y que siempre recordaba que alguien en casa lo estaba esperando.
Y muy rápido Rolando hizo su propia familia, pues se casó y fue papá. Tiene dos hijas, de 16 y 12 años, y un pequeño de ocho años. Ahora es él quien les dice que deben estudiar para construir una mejor vida, más cerca de los suyos.
Pero también sabe que si un día le piden la bendición y la instrucción para subirse al volante, pues no tendrá opción, pues este operador veracruzano sabe que ser operador lo trae uno en la sangre.
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Lo que más le gusta de su trabajo es la propia carretera. La soledad del camino, lo que uno piensa, escucha y ve cuando va por la 57, y eso es lo que lo motiva a seguir adelante, pues sus hijos todavía lo necesitan y esto a él le llena.
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