Juan y Arturo han sido amigos desde la infancia. Sus familias eran vecinas y habían sido fundadoras de un pequeño pueblo al norte de Michoacán. Entre sus actividades destacaban la agricultura, la ganadería y un poco la pesca. Un viejo camión que utilizaban para mover sus productos habría de convertirse en el origen de Autocarga Espinosa.
Sus abuelos emprendieron cada uno por su lado y siempre se apoyaron, de tal suerte que para ellos más que amistad lo que los unía era algo muy parecido a la familia. Los Espinosa y los Gutiérrez parecían un solo grupo, solidario y siempre de buena lid.
Ya en el presente, tanto Juan como Arturo habían heredado el trabajo, la devoción y la disciplina de sus antepasados; tras haber tenido oportunidad de ir a la escuela y hasta de conocer un poco de mundo, hoy tienen parte de las riendas de las empresas familiares.
Aquel viejo camión de los Gutiérrez dio mucho más de lo que tenía que dar hasta que Arturo lo mandó a la chatarra y, simbólicamente, compró uno de nueva generación, pues tenía intenciones de conseguirle carga y diversificar el negocio ganadero. No lo sabía, pero ese fue el primer tractocamión de Autocarga Espinosa.
Juan, en cambio, tenía caballos. Tiene caballos. Desde niño les tomó un cariño especial y en cuanto pudo se dedicó a criarlos junto con su padre y su abuelo. Los caballos Espinosa cobraron cierta fama en la región.
Una de las pasiones compartidas entre Juan y Arturo es el futbol. Cada uno patrocina a un equipo local y hace un par de años se enfrentaron en la final del torneo del pueblo. Aunque dicen que fue de broma, uno de ellos sugirió una apuesta.
Pensaron en dinero, en comidas, cenas, fiestas, hasta que el propio Arturo le dijo que apostaba su camión contra uno de los caballos de Juan. No lo pensaron mucho y así lo pactaron. Ya estaba cerca el nacimiento de Autocarga Espinosa.
No es necesario decir que uno ganó y otro perdió el camión. Los Espinosa habían salido campeones locales y, para celebrar, habrían de inaugurar una empresa de transporte, nicho que no les era necesariamente ajeno.
De hecho tenían un amigo en común que les había sugerido invertir en camiones, pues él trabajaba como operador logístico en el Puerto de Lázaro Cárdenas, un recinto que ya estaba saturado por la falta de camiones, es decir: negocio asegurado por un buen rato.
Igual Arturo dijo que podría comprar otro camión, pero ese en particular era el sustituto del que había chatarrizado y que había pertenecido a su abuelo. Le deseó suerte a su amigo y juntos celebraron la victoria en el futbol.
Así fue como nació Autocarga Espinosa, que de hecho sólo cambió de apellido, pues Arturo iba a nombrar así a su empresa, pero con el Gutiérrez.
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Hoy la promesa del amigo logístico se cumplió, pues la empresa ya cuenta con ocho unidades en tan solo un año de operación. Y el plan es seguir creciendo, con su ruta principal del puerto hacia el Valle de México.