Lucía viaja en su tractocamión de Nuevo Laredo a la Ciudad de México; minutos antes de emprender este viaje le avisaron que iría acompañada: una chica recién egresada que ahora debe foguearse en carretera. Se puso contenta.

Recuerda, de pronto, su primer viaje en carretera. También le tocó acompañar a una una operadora más experimentada y en aquel viaje le aconsejó que siempre le echara la mano a quien se lo pidiera, pero sobre todo a las mujeres. 

Aquella máximo se convirtió en tal porque le dijo que antes no era así; cuando ella había empezado todo era para hombres, los baños, los paradores, los dormitorios y hasta los uniformes, de tal manera que tenía que valorar lo que habían logrado hasta entonces.

“Sólo así podemos abrir camino para las que vienen atrás”, le dijo.

Ahora que es ella la que va al volante le cuenta esta historia a la joven aprendiz y agrega que, en efecto, hace 15 ó 30 años no había tantas oportunidades, y que era gracias al trabajo de todas las que estuvieron antes, y que falta mucho por hacer.

“Ahora te toca a ti, aunque estás de copiloto y apenas vas aprendiendo, siempre hay algo por hacer, empezando por el trabajo, que siempre debes cumplirlo en tiempo y forma, tratar a los compañeros con respeto para que nos respeten”.

La chica nueva se le queda viendo como aquellos años en que iba a la primaria y ponía toda la atención del mundo. Quiere ser operadora, pero también quiere ser la mejor. No mejor que las demás, sino mejor que ella, que sea con ella misma con la que se compare todos los días.

Lucía, incluso, le dice que hasta este año el país eligió a una presidenta. “Ya nos habíamos tardado”, agrega.

El punto de Lucía es que si van juntas, si se apoyan, todo será más fácil, y la consecuencia será esa, que los empresarios y empresarias del transporte notarán una diferencia sustancial, y abrirán más espacios y más oportunidades para mujeres.

El viaje debía durar más de 10 horas, pero para ellas fueron como 10 minutos, ya que encontraron una compañera con la que podían platicar, aprender y enseñar. Compartir el camión fue el principio de una amistad y también lo agradecen.

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“Me gusta enseñarles, pero más me gusta aprenderles. Recordarme en sus miradas llenas de ilusión. Eso me gusta de mi trabajo, la posibilidad de compartir lo que somos y lo que sabemos”.

Meses después, cuando la aprendiz tomó su primer viaje sola, fue a buscar a Lucía para pedirle que le deseara buena suerte. Se abrazaron y sonrieron, sabiendo que ambas seguirán, al igual que nosotros, Al Lado del Camino.

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