Cuando Francisco Arriaga iba en la primaria, sus padres atendían una tienda de abarrotes, la famosa “tiendita de la esquina”, y desde aquel entonces, a él le tocó trabajar, pues apenas llegaba de la escuela, se cambiaba el uniforme, comía y tenía que ayudar llenando refrigeradores y acomodando latas, envases y costales de arroz. Quizá ahí nació la historia de Express FAR.

Aunque no recibía una paga económica, ese trabajo sí le remuneraba en cosas que sus padres le podían comprar, como una bicicleta, una playera de futbol o boletos para el estadio. Así son los recuerdos de su infancia: entre la escuela, la tienda y la pelota. 

Otra de sus labores consistía en acompañar a su padre a hacer algunas compras. Tenían un viejo Grand Marquis en el que cabía toda la familia. Y ese mismo vehículo lo llenaban de insumos que necesitaban para el negocio familiar. 

Apenas tenía 12 años y ya había dado el estirón, así que su padre y tocayo no perdió el tiempo y le enseñó a manejar, de tal manera que muy rápido ya era él quien conducía solo para hacer las mismas compras, en los mismos lugares. 

Ahora su paga también consistía en darse una vuelta en la colonia junto con sus amigos. Con el tiempo, el negocio siguió creciendo y tuvieron que comprarse una camioneta de carga, y Francisco ya le sabía bien a la manejada, así que durante su época de secundaria manejaba con mayor frecuencia. 

Lo de Express FAR inició como un chiste o una ocurrencia, pues uno de sus amigos más grandes trabajaba en una fábrica cerca de la colonia, y un día le dijo que debería bajar a ofrecer su camioneta, que los fletes eran bien pagados. 

Él dijo que sí, pero por seguirle el juego a su amigo, hasta un día en que éste subió a la tienda para decirle a Francisco que les urgía llevar unas telas hacia Tepotzotlán, que si no le interesaba ganarse mil pesos libres, además de la gasolina.

Lo pensó, le preguntó a su papá y consiguió el permiso. Fue con el amigo a la fábrica textil y le dieron indicaciones muy precisas, así que no le costó trabajo y en dos horas ya estaba de regreso. En 1996 esos mil pesos consistían en casi una fortuna. 

En lugar de gastarse ese dinero lo ahorró y le preguntó a su amigo si podía hacer más viajes. Éste le dijo que sí, pero que no se los pagarían igual, ya que la vez pasada había sido una urgencia, pero que sin bronca podría sacar uno o dos viajes al día. Y serían más o menos 800 pesos de ambos. 

Lo bueno para él es que los viajes eran por la mañana y ya estaba de vuelta a la hora de la comida, y fue por eso que dejó la preparatoria, pues pensó que podría dedicarse a esto por mucho tiempo. Tenía 16 años y se sintió listo.

Apenas un año después la camioneta que le rentaba a su padre ya no le era suficiente, así que mejor consiguió un financiamiento y se compró una de tres y media. Y siguió con los viajes de telas. 

Su carisma y sencillez le abrieron las puertas de más clientes que lo veían y le preguntaban que si no hacía éste o aquel viaje, y él nunca decía que no. Como él era el conductor y el dueño del vehículo, siempre se llevaba una buena propina, pues también sabía tratar a la gente. 

Ahora sí, a los 18 años se decidió y formó Express FAR, nombre tomado de sus iniciales: Francisco Arriaga Rosales. Y no sólo eso, sino que compró una segunda camioneta y contrató a uno de sus mejores amigos para que la condujera. 

No ganaba mucho dinero, pero empezó a comprar varias cosas como ropa, calzado y llevó a su familia de vacaciones a Cancún.

Su abuelo le decía que era buen karma, ya que desde siempre un noble y servicial y dio pocos problemas en la casa, casi siempre con las calificaciones, pero no por ser un niño malo. Al contrario. 

Y así le pagó la vida, con mucho trabajo y crecimiento, al grado de que a los 25 años, su empresa ya tenía 10 vehículos, incluyendo tortons, rabones y hasta un tractocamión que le había vendido un amigo de su padre. 

Igual aprendió la quinta rueda y aprovechó para conocer todo el país. Tomaba un viaje y antes de regresar, se quedaba uno o dos días para disfrutar de esos destinos, y luego ya conseguía carga de regreso, así que nunca le perdía. 

Cinco años después, otro amigo le aconsejó que formalizara Express FAR, para que pudiera obtener más y mejores clientes, para obtener créditos en agencias y renovar su flota con unidades nuevas. 

Lo pensó poco y al final accedió. Constituyó su empresa, asoció a sus padres y a su hermana y formalizó a los empleados que colaboraban con la manejada, la talacha y hasta contrató a una contadora. 

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Con la pandemia, Express FAR tuvo que diversificar su operación y ahora ofrece servicios en caja seca y también refrigerada, además de que han tenido un crecimiento importante y hoy su flota ya oscila entre las 50 y 60 unidades.

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