María del Refugio Díaz termina de alistarse y se sube al tractocamión. Acomoda los espejos, el asiento y se persigna. Arranca el vehículo y pone un poco de música. Ella transporta leche y sus recorridos son casi rutinarios, aunque hace unos años el trajín no era tan sencillo. Es una de tantas operadoras que se ganan la vida detrás de un volante.
Hace más de 20 años que maneja tractocamión. El oficio lo heredó de su padre quien además le enseñó a manejar, pero a inicios del siglo este trabajo no era fácil para una mujer. Y no es que hoy lo sea, pero el sector ha cambiado, para bien.
En sus inicios, junto con unas cinco o seis colegas, María tuvo que picar piedra para ganarse el respeto de los colegas, de clientes y también, en ocasiones, de sus propios empleadores, pues para ellos no era concebible que una mujer condujera un quinta rueda.
Recuerda, por ejemplo, que hubo lugares a los que no la dejaban entrar por ser mujer. Por más que intentaba explicar que no era la acompañante del operador, sino que ella era la operadora, nomás no lo lograba, hasta que alguien se comunicaba con su empresa y les explicaban que, en efecto, ella era la responsable del flete.
En los restaurantes también, pues se detenía para comer y la veían como “bicho raro”, según sus propias palabras. Incluso había quienes ni el saludo le regresaban al igual que a las demás operadoras.
Pero esto ha cambiado, afirma, pues cada vez hay más mujeres en el volante, pidiendo trabajo y capacitándose para demostrar que éste no es un oficio para hombres y que, en muchos casos, ellas lo hacen mejor, como cualquier otra actividad, en la que la diferencia está en el talento y en el esfuerzo, mas no en el género.
Por fortuna, continúa, cada vez son más las empresas que se han quitado este tabú y que hoy no sólo prueban, sino que están convencidos de que hay que seguir emparejando el piso para estas vacantes de operadoras.
En la empresa en la que María trabaja hay dormitorios y baños exclusivos para mujeres, lo mismo que pasa en los patios de algunos clientes.
“Esto por supuesto es para reconocer y agradecer, sobre todo porque habemos a quienes nos tocó sufrirla en serio, y esto es resultado del trabajo y del ímpetu que le hemos puesto durante tantos años. Y aunque falta mucho por hacer, hay que constatar que sí hemos visto cambios para bien”, afirma.
En entrevista para TyT, la conductora señala que, por ejemplo, en la empresa en la que trabaja ella también es responsable de la capacitación para aprendices de conductor, hombres y mujeres, y que si bien todavía existe quien no da crédito y se sorprende, cuando la ven manejar y observan los resultados, no hay mucho más que decir.
Lo que sí pide es que haya respeto y mayor seguridad en las carreteras, pues la inseguridad tampoco distingue de género, pero mientras tanto, a los colegas que trabajan detrás de un volante, deben seguir haciendo lo suyo y hacerlo lo mejor posible.
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Su esposo y su hijo también son operadores y el diésel se respira en cada resquicio de las convivencias familiares. Está contenta porque ha participado en estos cambios y ella seguirá, al igual que nosotros, Al Lado del Camino.