El padre de José López era electricista y desde que su primer hijo tuvo uso de razón, le dijo que tendría que seguir sus pasos, pues por aquellos años había mucho trabajo en la compañía de luz, de tal manera que el señor quería asegurarle un buen futuro, y nunca imaginó que su hijo fundaría J. López e Hijos.
Aunque José rápido le entendió a la tierra y a la corriente, en realidad nunca le gustó hacer trabajos de electricidad, aunque siempre tuvo que negociar con su padre: le ayudaba a cambio de que lo dejara seguir estudiando.
Ese era su sueño, estudiar la universidad y convertirse en médico cirujano, de tal manera que tuvo que ser aprendiz de electricista durante su infancia y la primera juventud, hasta que entró a la universidad, en su natal Veracruz.
Con los ahorros que había juntado durante tanto tiempo, decidió invertirlos en un taxi, pues le habían dicho que era buen negocio, y a él le gustaba manejar, pero cuando ya tuvo todo listo, resultó que debía pagar mucho más dinero por las placas y un sinfín de trámites, de tal manera que se arrepintió a tiempo y recuperó su dinero.
Un amigo de la universidad le dijo que su papá estaba vendiendo un vochito de carga, pues ya no lo podía manejar porque tenía otro negocio que le demandaba mucho más tiempo. Le preguntó que si no le interesaba comprarlo, que se podían arreglar. El vochito de carga incluía clientes y hasta cartera de contactos, pues como era amigo de la familia, así construyeron el acuerdo. José no lo dudó y mejor ahí fue donde invirtió sus ahorros y se puso a manejar.
Ahí empezó la historia de J. López e Hijos. Sus amigos y su padre le preguntaron por el nombre de la empresa, ya que él no tenía hijos. “No, pero los tendré, y este negocio será suyo”, respondía.
Su padre le bromeaba: ¿Y si salen como tú, que no quieren trabajar en el negocio familiar? No, pues allá ellos, que lo vendan o lo que quieran, pero esto será para ellos, desde el nombre.
Ya en la operación, su sorpresa fue mayúscula, pues tenía mucho trabajo y muchas ganancias. De pronto no sabía qué hacer con tanto dinero, pues pensó que ahorrarlo no sería la mejor idea, pues de verdad era mucho más de lo que imaginó.
Así que tomó la mejor decisión y se compró un vehículo de mayor capacidad, pues su padre y sus amigos lo convencieron de que tenía que ser ambicioso, en el mejor sentido de la palabra. Lo hizo y contrató a otro compañero de la universidad para que le ayudara a manejarlo por las mañanas y los fines de semana.
Fue tal el crecimiento que tuvo J. López e Hijos que José dejó la escuela para dedicarse de lleno a la administración de su empresa. Después se casó, tuvo tres hijos y, como lo había dicho el oráculo, los tres quisieron seguir los pasos de su padre, de tal manera que José fue el más contento y satisfecho con esa decisión.
Con el tiempo se especializó en trasladar contenedores desde el Puerto de Veracruz, pues los clientes así lo solicitaron, y hacia allá se fue el destino de J. López e Hijos.
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Ahora sus hijos son los que se hacen cargo de la empresa y siguen construyendo el futuro de la familia, pues a pesar de que tienen procesos muy bien organizados, saben que apostar por la institucionalización será la mejor manera de heredar un proyecto rentable a sus hijos.