Marco Antonio Pérez Silva estudió electricidad industrial y su primer contacto laboral fue con una empresa de transporte como técnico automotriz. Su trabajo consistía en darle mantenimiento a la flota vehicular además de hacer reparaciones en su ramo.
Luego de que las unidades pasaban por la parte mecánica, ahora era su turno y luego de hacer reparaciones o ajustes eléctricos movía los tractos para acomodarlos y así fue como empezó a moverlos poco a poco.
Después llegaban los operadores de full y también le pedían ayuda para desmontar los dos remolques y él lo hacía gustoso, pues disfrutaba mucho su trabajo y también ayudar a sus compañeros.
Ahí fue cuando se le metió la cosquillita del volante, pues incluso en casa, la pareja de su mamá era trailero, al igual que un cuñado, y ambos le soltaban el tracto para que siguiera aprendiendo.
De hecho en sus ratos libres se subía al camión con ellos y los acompañaba en los viajes; le explicaban los secretos del camino, lo que debía y no debía hacer; a él le gustaba aprender.
Antes de cumplir los 20 años ya tenía su licencia federal, pero todavía no era operador del todo, pues seguía en la curva de aprendizaje, hasta que consiguió la oportunidad y tomó el volante para siempre.
Lo del “Callado” llegó con su primer trabajo, pues era muy serio y casi no hablaba. Los colegas lo bromeaban preguntándole que si era mudo o que si no quería platicar con ellos.
Y así fue como se le quedó el 10-28 de Marcos “El Callado”, aunque como la mayoría de sus colegas son del norte del país, la pronunciación es más bien como “Callao”.
En cuanto tuvo su primer camión y tenía el C.B. ahora ya no hubo quien lo callara. “Hablaba hasta por los codos”, dice.
Hoy trabaja para la empresa 3T Traslados y Logística Mexicana y sus recorridos son más bien regionales, entre Monterrey y el Puerto Lázaro Cárdenas o el de Manzanillo, pero a lo largo de más de 30 años ha recorrido prácticamente todo el país.
Y eso es lo que más le gusta de su trabajo, que nunca se aburre, nunca una jornada es igual a la otra y sigue disfrutando los amaneceres, los paisajes y, sobre todo, el hecho de que ha construido un patrimonio para su familia.
Tiene tres hijos y también es abuelo. Está tranquilo porque ellos no siguieron sus pasos, pues para él es más importante que estudien y hagan una carrera universitaria y profesional, aunque si hubieran elegido el camión, él los habría apoyado.
Pero sabe que no es fácil, porque los operadores se pierden de muchas experiencias familiares, tiempo con sus hijos, parejas y personas importantes en la vida.
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Demanda mucho y también da mucho, pero si no te gusta, simplemente no se puede seguir aquí. Hay que nacer para esto, afirma.
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