María del Socorro Román nació en el seno de una familia transportista: su abuelo, su padre, sus tíos y también sus hermanos, todos eligieron esta forma de vida, y ella no sería la excepción, pues el gusto por los camiones le fue heredado.
Sus hermanos y ella crecieron en medio de la oficina de su padre, pero también acompañándolo a algunos viajes, pues también conducía y llevaba mercancías a todos lados, principalmente en el centro del país.
Cuando ella tuvo conciencia para elegir su destino, se hizo cargo de la parte administrativa de la empresa familiar, aunque poco a poco fue conociendo las diferentes áreas y se fue empapando de toda la operación.
Sin embargo, con la muerte de su padre y uno de sus hermanos, la empresa tuvo que cerrar y María del Socorro, “Coco”, tuvo que buscar otra forma de ganarse la vida, y aunque no sabía bien qué es lo que haría, sí tenía claro que debería ser algo relacionado con el transporte.
Así que mientras lo definía por completo, se metió a estudiar, primero Seguridad Pública, luego Derecho y después la ingeniería en Logística y Transporte, pues la escuela también fue algo que le apasionó desde siempre.
También se dio de alta para dar servicio como conductora en plataformas de transporte privado y como proveedor de entregas para Mercado Libre, que si bien ahora estaba haciéndolo en su propio vehículo, nunca perdió la visión.
Hasta hace algunos meses, en que vio la convocatoria para una capacitación de quinta rueda, exclusiva para mujeres. Se postuló y fue seleccionada para tomar el curso durante seis semanas, en el Cecati 37, en el Estado de México.
Para ella ese curso fue muy importante, ya que aprendió cosas que no conocía, no sólo en términos teóricos, sino también en la práctica. Y cuando tuvo el volante de un tractocamión en las manos, lo supo, sabía que esto era lo que quería.
Dejó de trabajar ese tiempo y hasta cambió sus horarios de la universidad, que eran sabatinos, para no perderse las prácticas. Como parte de la capacitación también se incluía el trámite de la licencia federal, ya que las 10 mujeres que formaron esa primera generación, se quedarían a trabajar con la empresa.
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Pero algo pasó, ya que a todas sus compañeras las invitaron a la siguiente parte del curso, pero a ella no. No le dieron explicaciones y ninguna razón de porqué ya no siguió adelante. Sólo le quedó la experiencia y el conocimiento de esas seis semanas y la licencia federal.
Así que retomó el foco y ahora está más decidida en ahorrar para comprarse un tractocamión y fundar su propia empresa, manejar su propio vehículo pesado y seguir adelante, siempre respirando transporte.
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