Como decía el locutor Fernando Marcos hace algunas décadas: hasta el último minuto tiene 60 segundos, lo mismo pasa con cada fragmento de ese segundo, el breve instante en que sucede un descuido, un accidente o hasta una tragedia. Ese segundo es definitivo. He aquí la importancia de la regla de los cuatro segundos.
Estudios han identificado que el tiempo de reacción de un conductor en condiciones controladas -descansado, lúcido y con buena salud- es de 0.7 segundos, mientras que uno que lo hace cansado, bajo la influencia de algún estupefaciente, es de 1.8 segundos, es decir, más del doble.
Ahora bien, el tiempo de frenado depende siempre de muchos otros factores, desde las condiciones mecánicas del vehículo, las llantas, el camino, el clima, entre otros.
Es por eso que se inventó la regla no escrita de los cuatro segundos, es decir, viajar detrás de otro vehículo no a esa distancia, sino a ese tiempo. Calcular ese lapso entre la unidad de enfrente y la propia, a fin de salvaguardar tanto el tiempo de frenado como el tiempo de reacción y así evitar cualquier impacto.
Si bien esta fórmula se ejemplifica mejor en carretera, cuando los vehículos pueden tomar esa distancia entre unos y otros, la conducción urbana también requiere sus propias reglas, ya que al haber tantas unidades circulando, la ecuación se vuelve más compleja.
Incluso, cuando hay lluvia o hasta nieve, la regla de los cuatro segundos debe duplicarse, es decir, pasar a los ocho segundos, pues el agarre de los neumáticos y, por supuesto, la visibilidad y el tiempo de reacción también se ven alterados.
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Y es que ante el elevado número de accidentes cuando llueve, la regla de los cuatro (ocho) segundos puede salvar vidas, ya que, además, la mayoría de los incidentes sucede durante los primeros minutos de la lluvia, pues los conductores no logran adaptar su modo de conducción al cambio climatológico.
¿Qué pasará durante los próximos cuatro, seis u ocho segundos? No hay forma de anticiparlo, y es por eso que la prevención y el manejo a la defensiva son cruciales, y de ahí su importancia para evitar desde un incidente hasta una tragedia.
Por último, para pasar de los cuatro a los ocho segundos, no hay que obviar que esto se logra bajando la velocidad, pues tanto la distancia como el tiempo de frenado se alargan de forma considerable.