El Periférico Norte está cargado. Pasan las seis de la tarde y el sol se va ocultando, no son sin manchar de sangre las últimas nubes que se quedaron visibles. Los carriles hacia la Ciudad de México avanzan despacio, no tanto como los que van de salida. Ahí sucede esta escena protagonizada por policías municipales del Estado de México.
Miguel Ángel llega de Guanajuato y pasa por la zona limítrofe entre Cuautitlán Izcalli y Tlalnepantla. Dos policías municipales le hacen señas para que se orille y éste hace caso.
Baja del tractocamión y se dirige hacia ellos. Le piden sus documentos y va por ellos. Regresa y se los entrega. Después de cotejar los papeles, uno de ellos lo aleja un poco de la escena y le explica que su tarjeta de circulación es apócrifa, que deben detenerlo y llevar su unidad al corralón.
Miguel Ángel sabe que eso es mentira. Todo está en regla e intenta convencer al uniformado, pero éste toma una actitud prepotente y déspota y le dice a su compañero que hay que llevárselo, que llame a la grúa.
El operador sabe que este modus operandi no es nuevo, ya le habían advertido que esto pasaba muy seguido en el Estado de México, así que conserva la calma y antes de que pase otra cosa, les dice a los policías de tránsito que le permitan hacer una llamada para ver qué se podía hacer.
Antes de subir al camión para hacer la llamada, el segundo “oficial” lo alcanza y le dice que ya convenció a su pareja para dejarlo ir con 10,000 pesos. Que es lo mejor porque si no, tendrán que pagar el arrastre y el depósito vehicular, además de la multa por traer un documento “chueco”. Utiliza esa palabra.
El conductor le “compra” la idea. Le dice que intentará conseguirlos, pero que no llamen a la grúa. Al menos él cree que está actuando bien, pues debe mostrarse preocupado y hasta afligido. Le dice al uniformado que le llamará a alguien para que le mande el dinero.
Con gesto triunfante, el policía regresa con su cómplice mientras Miguel Ángel marca al 911 para hacer su denuncia. Explica la situación, da las coordenadas y la persona al otro lado de la línea lo atiende de forma cordial. Termina la llamada diciéndole que van para allá las autoridades correspondientes.
Baja del camión, histriónico, y se acerca con los policías de tránsito que siguen cazando vehículos en el Periférico. Les dice que ya viene camino un colega que trae el dinero, que por favor no llamen a la grúa.
No te preocupes, le dicen. Nomás oríllate más para no estorbar tanto. Se sube al camión y recibe una llamada. Son los policías estatales que van en camino. La persona del reporte pasó los datos del denunciante y por eso le llaman, para preguntarle si su camión es el que ellos observan a la distancia. Afirmativo.
Rápido llegan en su patrulla y se estacionan detrás del tracto. Visiblemente los policías de tránsito se ponen nerviosos y le dicen a Miguel Ángel que si ya viene el dinero, que ya se tienen que ir. Niega con la cabeza y les pregunta que en cuánto se lo van a dejar para regresarle sus papeles.
¿Cuánto traes ahorita? Aunque sea mil pesos, pero ya necesitamos que te vayas.
Casi no terminaron de exclamar esa oración cuando los agentes estatales llegaron y se presentaron. Les explicaron que recibieron un reporte de extorsión.
Uno de los dos intentó con tono de camaradería explicar la situación, de tal manera que uno de los recién llegados le pidió los documentos y al echarles un vistazo les preguntó que porqué decían que eran apócrifos. Incluso les mostró los sellos de seguridad en la tarjeta.
No, pero es falsa. No, no es falsa. ¿Y por qué no se lo han llevado? No, pues ya viene la grúa. ¿Y para qué eran los mil pesos que le pediste ahorita que llegamos?…
Fue ahí que Miguel Ángel les dio los datos del reporte y les contó sobre los 10 mil pesos. También les dijo que los policías de tránsito nunca se identificaron y que en cuanto tuvieron los documentos tomaron una actitud retadora y muy cerrada. Y ahorita que los vieron fue cuando me pidieron mil pesos para ya dejarme ir.
Por si fuera poco, el operador les dijo que su tractocamión tenía cámaras, que con gusto podía enseñarles o mandarles los videos y los audios. Que su patrón estaría muy dispuesto a colaborar en este caso.
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No hubo más. Los estatales esposaron a los que pretendían extorsionar a Miguel Ángel, y éste continuó, al igual que nosotros, Al Lado Del Camino.