Jesús Guadalupe Jiménez es trailero igual que su padre. Lleva ya más de 20 años manejando tractocamión y conoce las 32 entidades federativas del país con todas sus capitales y al menos tres o cuatro ciudades más. Le da mucho orgullo decir que inició este oficio a los tres años, cuando tomaba el volante sentado en las piernas de su papá. 

“Lupillo”, como le dicen desde que estaba en la panza de su madre, fue un niño muy inquieto, pero no como todos, sino más; sus padres, que tuvieron cuatro hombres y tres mujeres, tienen claro que éste, el mayor, fue el que más lata les dio.

No era normal, pues, que a sus tres años hiciera todo lo humanamente posible para ganar una batalla, pero sin berrinches, sólo con insistencia, casi necedad. 

Sus padres y su abuela seguido recuerdan que el pequeño Lupillo se terminaba la sopa y todos los vegetales con tal de que su padre se lo llevara al próximo viaje, pero eso no era el tema, sino que apenas terminaba de comer, se paraba en la puerta para esperar a su padre.

Le decían que falta mucho, que podía jugar o ver la tele, que no estuviera ahí esperando, pero él ya no estaba: su mente se había echado a volar imaginando el próximo recorrido, la carretera, los amigos y hasta los dulces que su padre le compraba cada que salían juntos. Le gustaba, como a todos los niños, tocar el claxon incluso sin la menor provocación. 

Su madre, su abuela y su padre bromeaban de que éste sería trailero y seguiría sus pasos, pero imaginaban que crecería y acaso se le pasaría el gusto, pero fue todo lo contrario. 

A Lupillo le fue bien en la escuela porque su siguiente viaje estaba condicionado a sus calificaciones, así que él siempre resolvió sus prioridades en la vida: el tractocamión y después todo lo demás. 

Ya cuando terminó la secundaria le dijo seriamente a su padre que mejor ya le enseñara bien a manejar, aunque todo lo sabía de tanto verlo desde siempre. 

Aunque a sus padres les hubiera gustado que fuera médico, contador o abogado, desde muy pronto se habían hecho a la idea de que al menos el primero sería trailero. Hasta la fecha fue el único de todos sus hijos.

Terminó la preparatoria por puro trámite, ya que todos tenían claro que sería trailero, que lo traía en la genética, así que les cumplió ese deseo a sus padres a cambio de obtener él la llave hacia su sueño de toda la vida. 

A los 18 años cumplidos, su padre le regaló su licencia federal y hasta ya le había conseguido trabajo en la empresa donde él trabajaba. Combo redondo. Y ahora sí ya todo estaba en su cancha, inició su propia historia como trailero profesional. 

Hasta llegó con 10-28, ya que por más que lo intentaron nadie pudo quitarle el “Lupillo”, así que no hubo más remedio que marcar su propio camino. Y así ya pasaron 25 años.

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Ahora es él quien tiene que cumplir las promesas y sentar a sus hijos en sus piernas y tal vez repetir la historia, pero igual él preferiría que hicieran otra cosa, sin embargo, sabe que éste es un buen trabajo, aunque castigado. 

Le pesa estar fuera de casa tantos días, y al igual que su padre ya conoce todos los rincones del país. Se siente joven, fuerte y listo para manejar mientras la salud se lo permita; aún está viendo crecer a sus tres hijos y está agradecido con la vida por haber formado una familia que lo apoya en todo momento.

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