El operador al volante siente el primer jalón que llama su atención y baja un poco la velocidad; el tractocamión se tironea y mete el freno todavía más, pues ya no es normal que suceda esto, mucho menos cuando el vehículo acaba de salir del taller.
Antes de que suceda algo mayor, el operador decide orillarse sobre el acotamiento, justo en una zona en la que no estorba a los vehículos que llegarán después. Baja del tracto y revisa el motor.
Sabe poco de mecánica, pero no logra identificar la falla y mejor avisa a su empresa, para que manden el rescate carretera o algún colega que ande cerca y pueda llevar la carga a su destino.
Le dan instrucciones de que llegará el auxilio y que mientras, espere. Así lo hace. Pasan dos horas y nada, hasta que llega una patrulla municipal y le pregunta que si necesita algo, que recibieron reporte de un vehículo descompuesto y que su unidad no puede permanecer ahí.
-Pero es tramo federal-, revira el conductor.
Los oficiales se voltean a ver como recordando algo. Una sonrisa cómplice.
-Sí, amigo, es federal, pero justo del lado del acotamiento nos toca a nosotros. Lo que pasa en la carretera no nos compete, pero afuera, sí. Y su camión está afuera, así que le llamaremos a la grúa para que lo remolque hasta el próximo depósito vehicular.
El conductor vuelve a llamar a su empresa para dar aviso, y mientras le explican que el vehículo de rescate está por llegar, aparece una grúa vieja, casi que andaba por inercia, como si le costara respirar y rodar sus propias llantas. No fueron ni cinco minutos.
El oficial que parece ser el vocero le dice al operador que procederán a engancharlo y después a remolcarlo, que si gusta él puede viajar en la patrulla para los trámites allá en el corralón.
-Oigan, pero ¿a poco esa grúa no es chueca? ¿Ustedes le llamaron?
-Eso no es lo importante, amigo. Lo importante es que le darán el servicio.
-Pero no trae ni placas ni calcomanías y seguro ni permiso. ¿nNo será pirata?
-Eso para que vea sí es asunto federal, no municipal. Nosotros sólo cumplimos con nuestro trabajo que es liberar el acotamiento. Súbase, ándele.
No tiene más opciones y se sube en la parte trasera de la patrulla. En el camino les explica a los oficiales que esa grúa es visiblemente pirata, pues debería tener placas, engomado y ni siquiera tiene la razón social de la empresa en la carrocería. Nada.
Los oficiales ya ni le hacen caso hasta que llegan al depósito vehicular. Ahí bajan el tracto descompuestoo y le explican el procedimiento. No logra entender todo hasta que llega el auxilio carretera y ahora deben esperar a un asesor legal.
Tres semanas después, cuando logran sacar el tracto del depósito vehicular, el recibo por el servicio de arrastre supera los 400,000 pesos, a nombre de una persona física con domicilio en Sinaloa, aunque los hechos ocurrieron en Hidalgo.
No hay empresa, no hay representante legal no hay nadie, sólo una persona que está cobrando ese dinero por el arrastre de 10 kilómetros, sin salvamento ni maniobras.
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Es probable que todo ese dinero sea repartido entre los oficiales, los administrativos, los operadores y el famoso dueño, pero no hay manera de comprobarlo. Lo que sí, es que esto es insostenible.
Quienes cuentan esta historia confían en que, ahora, con la reciente presentación de grúas especiales para el servicio de grúas, el servicio sea más confiable y justo, pues esperan seguir, al igual que nosotros, Al Lado del Camino.
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