Juan Camargo heredó el oficio y una camioneta de su padre. Eran ya cuatro generaciones de agricultores y el negocio iba creciendo de a poco llevando y trayendo sus jitomates entre Puebla y la Ciudad de México; desde allá nace la historia de Fletes Camargo.
Tenían plantíos en distintos municipios de Puebla y todos sus familiares se dedicaban a la siembra de jitomates, que solían vender al mayoreo y al menudeo con estados y municipios vecinos.
Aprovechaban la camioneta de la familia y con eso transportaban parte de la cosecha y también al personal que les ayudaba a cortar la fruta.
Justo cuando su padre estaba a punto de pasarle la estafeta, Juan tenía una cita para dejar un un pedido muy importante en una empresa en las afueras del Estado de México, ya en la frontera con Querétaro.
El trato había sido que llegaría con los jitomates y su cliente le mostraría la fruta a otro cliente que estaba buscando dónde invertir, pero para su mala (o buena) suerte, en el camino se le ponchó una llanta y tardó casi dos horas en repararla. Un accidente que terminó siendo la razón para crear Fletes Camargo.
Cuando llegó a la cita, su cliente y el otro cliente ya habían dado por perdido ese negocio y lo recibieron sólo para explicarle la situación; cuando estaban con los saludos y las disculpas, el segundo cliente observó la camioneta de redilas de Juan y le preguntó que si mejor le hacía un flete.
Juan tenía unos 25 años y manejaba desde los 12, así que no le sorprendió la pregunta, el problema es que traía la camioneta cargada.
El ahora nuevo cliente le explicó que necesitaba llevar unas fresas que iban a dejarle y un sinfín de movimientos que sólo de imaginarlos se mareaba uno.
La oferta del pago era más que justa y Juan pensó que así podría recuperar parte del tiempo que había invertido, y quizá hasta podía mover los jitomates al día siguiente, cuando estaría de regreso.
El problema es que ya no regresó. Bueno, sí lo hizo, pero sólo para contarle a su papá que ya había conseguido un mejor negocio, haciendo fletes, que igual podía seguir moviendo sus jitomates, pero ya no todos los días, pues estaría ocupado, principalmente, entre Guanajuato y la capital del país.
Así fue como nació Fletes Camargo, un empresa poblana que de a poco se fue haciendo de una flota más grande, tanto en capacidad como en el número de vehículos.
Y si bien su especialidad era transportar frutas entre los agricultores y los centros de producción, poco a poco vio que había más oportunidades con cajas secas, refrigeradas y hasta contenedores, pues una vez tuvo que ir al Puerto de Veracruz y vio que había mucha carga detenida.
Así lo hizo, invirtió en más equipo, consolidó planes de financiamiento y sus número seguían siendo positivos, al grado de que ahora ya tenía tractocamiones en el parque vehicular de Fletes Camargo.
Ahora son sus hijos los que se hacen cargo de llevar a la empresa al siguiente nivel, pues Juan Camargo decidió que era momento de transitar y disfrutar lo que había trabajado, justo como lo hizo su padre hace muchos años.
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El presente es promisorio y él sabe que la tecnología, la capacitación y la responsabilidad son factores clave para disminuir los riesgos de inseguridad, falta de operadores y hasta de siniestralidad, ya que esos son y siguen siendo los grandes lastres del sector.
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