Aunque Luis quería ser operador desde que era niño, la vida, el oficio o el propio destino lo hicieron esperar hasta que tuviera 29 años para lograrlo, pues por distintas razones antes no se pudo y tuvo que postergar, aunque para él, fue en el momento adecuado.
Luis era un niño como muchos otros en su natal Nuevo León. Jugaba futbol, iba a la escuela, hacía travesuras, pero a diferencia de sus amigos, él siempre se entretenía viendo pasar a los camiones. Imaginaba cómo sería estar dentro de un vehículo con esas dimensiones.
Recuerda, incluso, que pensaba que los tractocamiones tenían músculos, como los biceps, y que por eso podían cargar cajas muy pesadas. En la escuela, por ejemplo, siempre que la maestra les preguntaba por lo que les gustaría ser cuando fueran grandes, él era el primero en alzar la mano y responder: trailero.
Pero el tiempo todavía no le daría la razón, ya que cuando terminó la secundaria, su familia no pasaba el mejor momento, así que tuvo que ponerse a trabajar haciendo cualquier cosa, ayudando en cualquier negocio, hasta que sus padres pudieron tener un poco de estabilidad y, al fin, él pudo regresar a las aulas, a estudiar una carrera técnica como electricista.
Y eso le permitió conseguir trabajos por todos lados; era bueno para las instalaciones y reparaciones y de a poco se fue ganando la confianza de las personas de su colonia, familiares, amigos y cualquier cantidad de personas con quienes lo recomendaban.
Hasta que uno de sus clientes fue un trailero; llegó a su casa y sonrió al ver el portable estacionado allá afuera. Luego luego le preguntó por su trabajo y empezaron a platicar del motor, las rutas, la transmisión automatizada y asuntos más técnicos que Luis conocía porque nunca quitó el dedo del renglón.
Aquel operador le dijo que si le gustaba tanto porqué había elegido la electricidad; Luis respondió que había sido la necesidad y que también le dejaba un buen dinerito, pero que su sueño sí era subirse al tractocamión.
Le preguntó si sabía manejar y le dijo que sí; a ver, toma las llaves y demos una vuelta. Se le abrieron los ojos tan grandes como era posible y rápido se subieron. Sí sabía y no fue difícil demostrarlo.
Luego de hacer las reparaciones en la casa de aquel operador, éste le dijo que si estaba interesado podría recomendarlo en la empresa en la que trabajaba, que siempre había vacantes, pero que más bien batallaban mucho en encontrar gente honesta.
Luis le dijo que sí, sin dudarlo, y se quedó a la espera. Justo cuando había pasado su cumpleaños 29, aquel nuevo colega le llamó para decirle que le había conseguido una entrevista, que prácticamente era un hecho que se quedaría con el trabajo.
Esa noche no pudo dormir y su mente se entretuvo pensando en todo lo que le esperaría arriba del camión; se presentó, lo entrevistaron, hizo una prueba de manejo, llevó sus papeles y al final lo contrataron.
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Y ya casi han pasado dos años y sigue aprendiendo. Sabe que nació para esto y no le pesa ser “nuevo” pues para él ésta es una aventura de vida, y seguirá viviéndola mientras tenga salud y pasión.
Y así será, está seguro.
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