El pasado lunes, Chilpancingo estuvo en el ojo del huracán. Al menos en la metáfora. Habitantes de Mochitlán, Quechultenango, Chilapa, José Joaquín Herrera y Atlixta tomaron la Autopista del Sol en protesta por la detención de dos hombres relacionados con el grupo criminal “Los Ardillos”.
El tema se volvió más complejo y más grande porque, en otro punto de la carretera, había otro grupo de pobladores que reclamaba presupuesto estatal para culminar obras en sus comunidades. Fue así que los bloqueos estuvieron alimentados por mucha más gente.
Decenas de vehículos, autobuses y camiones se vieron en la necesidad de aparcar en el lugar más seguro posible o, en el mejor de los casos, retornar hacia su lugar de origen, ya que la situación amenazaba crecer y poner en riesgo no sólo la vialidad, sino la integridad y seguridad de quienes estuvieron en ese lugar.
Aunque la circulación fue intermitente, los actos vandálicos no se dejaron esperar, ya que los mismos pobladores secuestraron un vehículo blindado tipo “rino” para encabezar una especie de caravana.
Si bien las autoridades locales de Chilpancingo intentaron negociar con los rijosos, el caso en la autopista reinaba sin mayor control que la anarquía y los excesos. De hecho hubo reportes de servidores públicos retenidos e, incluso, algunos muertos.
Como si se tratara de un siguiente capítulo en la historia vivida la semana pasada en Chiapas. Carreteras tomadas, personas secuestradas y vehículos incendiados. pero en la capital de Guerrero el tema se tornó mucho más violento y con una duración mucho mayor.
Ese día, Benito circulaba de la Ciudad de México hacia el Puerto de Acapulco. Llevaba fruta en uno de sus tres camiones tipo torton. Además de ser hombre-camión, también tiene un pequeño negocio de comida y entretenimiento allá en la zona costera. Todos los martes va a la capital del país para surtir los insumos de la semana. Un viaje habitual.
Había salido a las dos de la mañana para llegar junto con el sol a la Ciudad de México. Se paró a desayunar, hizo sus compras y todavía se quedó platicando con un colega de Hidalgo al que se encontró en la Central de Abasto.
Tomó su camino de regreso no sin antes revisar los grupos de WhatsApp en los que se advertía que la carretera estaba tomada, justamente afuera del Palacio de Gobierno de Chilpancingo. Él conocía caminos alternos, de tal manera que no se preocupó tanto.
Justo debajo del sol de las dos de la tarde se aproximaba a la capital guerrerense cuando, además del sudor, su cabeza estaba llena de ideas, opciones y alternativas de camino, pues durante todo el trayecto se iba actualizando sobre la información de los bloqueos.
Aún faltaban algunos kilómetros para improvisar un camino puebleando cuando le tocó la fila de vehículos que parecía eterna. Ni para atrás ni para adelante. Apenas detuvo su vehículo y pensó qué podría hacer o hasta dónde podría regresar cuando observó por los espejos laterales que detrás de él llegaban y llegaban más vehículos al caos.
Apagó el camión, descendió y buscó un poco de sombra debajo de los pocos árboles que había cerca. Por el radio y por las redes sociales los colegas avisaban que más adelante la cosa estaba peor, pues llevaban ahí cerca de tres horas.
Enormes filas de vehículos detenidos, el sol, la humedad y el hastío imprimieron el hastío de la escena. Camiones que trasladaban animales vivos, personas mayores en sus autos e, incluso, niños desesperados corriendo por entre los autos.
Benito regaló un poco de fruta a quien se acercaba para ofrecer comprarla. Él mismo se alimentó con mangos y manzanas que ya no llegaron a Acapulco. Hubo quienes, incluso, debajo de los mismos árboles tomaron una siesta o ya de plano se acostaron un buen rato.
Para este empresario guerrerense fue un asunto de tiempo y quizá algunas pérdidas por la fruta que no llegó al negocio, pero sus compañeros avisaban que traían pollos vivos, medicinas, insumos para el campo y otro tipo de carga perecedera.
Más de 10 horas estuvo esperando hasta que se corrió la voz, primero en internet y después ahí en el lugar, de que ya habían liberado un par de carriles en ambos sentidos.
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La esperanza volvió, pero no sin el cansancio, la fatiga y el hartazgo de ser un daño colateral de otros intereses y otras responsabilidades. Sin señalar culpas, Benito seguirá, junto con nosotros, Al Lado del Camino.