Cuando Jorge Alberto Mendoza Luna, 10-28 “El Chiquilín”, era niño, le gustaba pararse en la carretera para ver pasar los tractocamiones, ya que se imaginaba ser grande y manejar uno de esos como los traileros a los que observaba circular.
Y ahora, a sus 34 años, a sus seis hijos les pasa exactamente lo mismo, sólo que ellos sí tienen un padre trailero y no pasa un solo día en que no le pidan que los lleve de viaje.
Pero los tiempos ya no son como antes, afirma, pues hoy es muy riesgoso llevarlos con él, sin embargo, al ver su insistencia, suele programar y repartir alguna salida en familia o llevarse a uno o dos de ellos. “Lo bueno de tener seis hijos”, afirma.
Pero la historia no empezó ahí, ya que “El Chiquilín” -apodo surgido por su gran corpulencia- sólo tuvo hermanos y su influencia masculina en los años formativos se remontó a un vecino, que fue lo más cercano que tuvo a un hermano mayor.
Ese vecino de la infancia era operador de autotransporte y se convirtió en algo más, en su maestro, en su gurú, en su confidente y en su ejemplo, ya que representaba todo lo que él quería ser cuando fuera grande.
Y así fue, aquel vecino le enseñó a manejar y le advirtió que no era un trabajo fácil, pues a veces tenía que estar mucho tiempo fuera de casa y, cuando tuviera familia, debía sacrificar fechas y hechos importantes, pues el camión así lo demandaría.
Pero no le importó y el tiempo le apremiaba, pues se convirtió en padre a los 17 años y ya tenía que mantener a una familia, así que se esforzó y se apuró para dominar la técnica y conseguir un buen empleo.
Ya tenía experiencia en rabones y camiones tipo torton, sin embargo, fue a los 21 años cuando ya encontró trabajo como operador quinta rueda, y desde entonces han pasado 13 años y han llegado cinco hijos más, cuyas edades de todos son 17, 12, 10, 9, 7 y 4 años.
Justo como le dijo su mentor, lo más difícil de su trabajo es el tiempo que anda fuera, aunque ahora pidió en la empresa que no fueran semanas, ni meses, y a lo sumo pasa siete días fuera y vuelve tres o cuatro días, pues no quiere perderse el crecimiento de sus hijos.
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En sentido opuesto, lo que más le gusta de su trabajo son los paisajes que no hay manera de ver en películas, ni fotos ni videos: hay que estar ahí para sentir sus colores y sus colores, perderse en el sol que calienta y también entre las nubes que lo cobijan.
Hoy puede presumir que conoce todos los estados de la República, con cinco o seis ciudades en cada uno, y como está fuerte y se siente joven, sabe que seguirá conduciendo su tractocamión mientras su cuerpo y su mente se lo permitan.
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