Aunque casi siempre que se habla de manejo a la defensiva suele pensarse que se trata de una conducción hostil, agresiva o al límite del reglamento, en realidad su significante tendría que estar más relacionado con la prudencia y la previsión.
No se trata, pues, de una forma de manejo en la que un conductor está esperando que alguien le haga algo para reaccionar, o en ser el primero en pasar siempre y cuando tenga cuidado. Al contrario, el manejo a la defensiva significa prudencia, observación y civilidad, se trata de cobrar conciencia de que todos cabemos en las vías de comunicación, y la sana convivencia es fundamental.
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Es por eso que en esta ocasión haremos una recapitulación sobre los mitos y realidades del manejo a la defensiva, a fin de aclarar en qué momento un conductor pasivo puede dejar de serlo para manejar a la ofensiva, o mejor aún, cómo uno agresivo puede ser más prudente.
Mitos sobre el manejo a la defensiva
- No se trata de estar a la defensiva, esperando que alguien haga algo para reaccionar.
- No significa ir lento, ser el más lento.
- No significa siempre permitir el paso.
- No significa siempre permitir el rebase.
- No significa
Realidades sobre el manejo a la defensiva
- Salva vidas.
- No solo hay que ser preventivo, sino predictivo.
- Se es “desconfiado”, es decir, no da por hecho que los otros vehículos harán lo que se supone que deben hacer.
- Sí se conoce el reglamento de tránsito.
- Se tiene buen juicio o sentido común para tomar buenas decisiones.
De esta manera, por definición, el manejo a la defensiva se refiere a los buenos hábitos de conducción, de forma predictiva, responsable y prudente, no solo con la finalidad de no causar accidentes, sino de no ser víctima de uno.
Es por eso que hablar de manejo a la defensiva implica ciertas características físicas, emocionales y mentales por parte de los conductores. Por un lado, tener un conocimiento robusto del marco normativo, así como de la señalética en las carreteras.
También debe contar con la responsabilidad de revisar periódicamente las condiciones de su vehículo, para garantizar que no habrá ninguna falla mecánica durante su trayecto o, de ser necesario, atender cualquier tema que pueda provocar cualquier incidente.
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En condiciones de mayor riesgo, como en las noches o cuando llueve, un conductor que maneja a la defensiva baja la velocidad, usa el carril de la izquierda, mantiene sus cristales limpios y claros, además de que siempre mantiene las dos manos al volante.
También duplica la distancia con el vehículo de enfrente, frena despacio y, quizá lo más importante, es capaz de leer los caminos: identificar cuando un vehículo representa un riesgo, saber cuándo, dónde y cómo acelerar, frenar o rebasar, así como tener claros los signos que podrían traducirse en riesgo para todos.
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