Su nombre completo es Yesenia Maribel Guerrero García, y es especialista en dar servicio, mantenimiento y reparación a llantas para auto, camioneta, autobús y tractocamión. La vida, la necesidad y sus sueños la llevaron a construir su propia empresa haciendo lo que mejor sabe hacer: la talacha.
Es originaria de Tamaulipas, donde era una hija de familia, estudiaba Derecho y se casó muy joven. Tenía 21 años cuando dejó la universidad y se convirtió en mamá. Su familia tenía vulcanizadoras y sitios de reciclaje, y fue justo ahí donde conoció al padre de su hija, quien se dedicaba a lo mismo.
Ya casados, ambos se dedicaban al negocio y se convirtieron en padres; la relación duró cinco años y, cuando ella tenía 23, se separaron. Un hermano de Yesenia tenía una vulcanizadora en San Luis Potosí y propuso que se fueran para allá Yesenia, su madre y su hija. Así lo hicieron.
Intentó retomar la universidad mientras le ayuda a su hermano en el negocio: cobrando, limpiando, atendiendo a los clientes, pero siempre observando cómo le hacían los talacheros. Barras, espátulas, maña y colmillo.
Un día no llegó uno de los trabajadores y había mucho trabajo, de tal manera que Yesenia Guerrero tomó los instrumentos y se puso a hacer la talacha. Eso fue hace 13 años y no ha soltado las barras, sino todo lo contrario. Aprendió y creció hasta conquistar su sueño.
Otro de sus hermanos iniciaba un negocio también de vulcanizadora y servicios llanteros en Gómez Palacio, Durango, e igualmente las invitó a irse para allá, pues había más trabajo y más oportunidades. Cuando llegó, consiguió trabajo vendiendo llantas para una agencia automotriz. Ahí fue donde se especializó en llantas para camión. Siguió aprendiendo.
Por el rumbo había un centro llantero muy famoso. Y ella lo veía pensando que algún día ese negocio sería suyo. Su hermano, incrédulo, le decía que soñaba muy alto. Siguió en su trabajo y, en sus días de descanso, se iba con sus hermanos a hacer talachas, pues hoy sabe que para eso nació y, si volviera a nacer, lo volvería a hacer.
No fue fácil, pues debía hacerse cargo de su hija, de su madre, de los gastos y del trabajo, hasta que por fin renunció a su trabajo para dedicarse de lleno a la vulcanizadora familiar, ahora con mayor tecnología y servicios un poco más especializados. Después consiguió otro empleo en una empresa especializada justamente en herramientas para llanteros. Todavía más especialización.
Ya tenía una importante red de contactos cuando las personas que atendían aquel centro llantero decidieron rentarlo. Y ella se animó. Consiguió el dinero, contrató personal y ahora ya tenía su propio negocio. Tiempo después, los dueños del lugar decidieron venderlo, así que ella tuvo que conseguir otro local, aunque le vendieron todas las herramientas con facilidades.
Yesenia Guerrero se volvió a casar, tuvo otra hija y actualmente ya tiene hasta una camioneta de rescates carreteros y servicios móviles: “Nada me detendrá”, afirma. En su negocio, incluso, ya están ofreciendo servicio automotriz básico, pues también ha aprendido a meterle mano a los motores.
El paradigma de ser mujer
Aunque es una gran historia de éxito, para Yesenia ser mujer representó un obstáculo, puesto que todavía en la actualidad, cuando atiende a un cliente, éste suele preguntar por “el muchacho”, “el don”, “el dueño”.
Cuando ella les dice que es ella, y no él, hay quienes hasta le dicen que “ahorita regresan”, pero no vuelven. Hay otros que sí se admiran y la respetan porque en realidad hace muy bien su trabajo.
De hecho, así conoció a su actual esposo, operador de tractocamión, quien, entre otras cosas, también admira que su esposa sea especialista en llantas, y no solo para auto y camioneta, sino para vehículos pesados. Además, claro, de ser una visionaria y buena empresaria.
Para Yesenia es importante contar su historia, dado que, además de ser extraordinaria, puede servir de inspiración para otras mujeres en cualquier otra actividad o industria, en cualquier rincón del país.
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“Falta mucho por hacer, y alguien tiene que hacerlo. Nosotras hemos picado piedra, pero hay muchas antes de nosotras, y habrá más después de nosotras. El respeto, la equidad, la inclusión y el apoyo deben iniciar con cada persona, sin importar género, edad, preferencias o religión.
«Somos personas y debemos apoyarnos”. Con esta máxima concluye Yesenia, una mujer especialista en servicios y refacciones llanteras.