Aunque esta historia inició hace casi 20 años, lo de Laura Gutiérrez es un caso de éxito, pues a pesar de todos los obstáculos y circunstancias desfavorables, ella nunca se rindió, y no sólo eso, sino que fue capaz de superar las barreras y descubrir su pasión. 

Decir que al principio le fue difícil es poco, ya que era muy joven y tenía dos bebés: uno de dos años y una recién nacida. Un divorcio y tuvo que dejar la casa que habitaban, de tal manera que no tenía más que las ganas y la necesidad de salir adelante, de construir algo digno, seguro y estable para ella y para sus hijos. 

Tenía que conseguir algo, lo que fuera, así que se puso a buscar, hasta que llegó al patio de una empresa transportista. Le dieron trabajo de limpieza y le permitieron quedarse a vivir en un espacio utilizado como cocina entre los trabajadores. Ahí empezó todo. 

Aunque su primera función era limpiar el lugar, de a poco se fue ganando la confianza de los operadores y fue ella que les pidió que la dejaran lavar los camiones, las camionetas, los tortons.

Y después le entró la curiosidad sobre si sería muy difícil aprender a manejarlos. como el patio era grande, en sus ratos libres también le enseñaron a conducir, y para sorpresa de todos, aprendió rápido, así como también ahí fue cuando conoció a su actual esposo. 

Fue él quien le enseñó los detalles finos del oficio y le dio la confianza para que siguiera soñando y se preparara más, al grado de que también tuvo el favor del dueño y la contrató como operadora. 

En su primer viaje, recuerda, se puso tan nerviosa que seguido se le apagó el tracto. Iba del Estado de México a Monterrey y sufrió mucho, lloró y le llamó a su pareja para contarle lo que pasaba, pero éste siempre la alentó y le dio confianza para continuar. 

De regreso luego luego pidió otro viaje, ahora a Mexicali, y ya nunca se detuvo. Hasta aprendió a conducir rápido, lo que le valió para obtener su 10-28: la Huarachita Veloz.

En aquellos primeros viajes tenía que llevarse a sus hijos, pues no tenía con quien dejarlos. Un gran reto para ella fue la escuela, pues tenía que pedir permiso a las profesoras para que sus hijos faltaran una semana o hasta más; ella se haría cargo de ponerlos a hacer la tarea ahí en el camión o en cualquier ciudad en la que se quedaran a dormir. 

A su regreso ella entregaba las tareas y así fue un buen tiempo, hasta que tuvo oportunidad de contratar a alguien que le ayudara con esas labores, y no sólo eso, sino con la experiencia y la confianza en el trabajo, pudo acceder a un crédito hipotecario. 

También lo hizo y compró una casa para sus hijos, su principal motivación desde siempre, pero ahora ya con la certeza y la seguridad de que ella era capaza de mantenerlos y sacarlos adelante. 

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Con el paso del tiempo ahora fue ella la que decidió apoyar a más compañeras que tuvieran la necesidad de obtener un mejor trabajo, pues tal como ella lo dijo: llegó aquí por necesidad, pero ya estando en este lugar, descubrió que era su pasión y nunca dejaría de trabajar por sus sueños. 

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