Silvino Mera Uribe nació el 26 de octubre de 1932 en Tula de Allende, Hidalgo. Fue el tercero de once hijos y su padre se dedicaba al campo; en aquel México no había mucha opción así que dejó la escuela para ayudar en el trabajo y empezó un camino que lo llevaría fundar su propia empresa: Grúas Mera.

Pero ese hecho estaba muy lejos, en el futuro, ya que en la infancia, cuando apenas tenía ocho años, perdió un ojo. Jugaba con los niños del pueblo cuando una piedra salida de una resortera le cambió la vida. 

Ese accidente lo volvió más tímido e inseguro y su vida social también tuvo que ser postergada, hasta entrada la adolescencia, cuando un líder de la iglesia mormona en la que ellos profesaban lo ayudó a ganar confianza, además de que gestionó para implantarle una prótesis en el ojo. 

Se fueron de misión y eso también le cambió la vida, ya que volvió a tener amigos, planes y despertó su visión de emprendedor. Debía tener unos 16 años cuando aprendió mecánica por correspondencia; le llegan los cursos por correo y con las máquinas que podía se ponía a practicar. 

Le gustaba y le sabía bien, de tal manera que empezó a hacer algunos trabajos menores y después puso un pequeño taller para seguir ayudando a sus padres, pues todavía venían muchos hermanos detrás de él. También le hacía a la hojalatería, la pintura y siempre le interesó la construcción. Siempre fue muy inquieto. 

Fue en ese trajín cuando descubrió una gran oportunidad, ya que había muchos autos que arreglar, pero lo complicado era trasladarlos, pues no había grúas; su padre le había dado un camioncito y no dudó en modificarlo para ponerle poleas, cadenas y tener su primer vehículo de arrastre: técnicamente en ese momento nació Grúas Mera, en 1963.

Como pasa muchas veces, el nuevo negocio empezó a tener más auge que los servicios del taller, pues además de los vehículos descompuestos, también había muchos accidentes que requerían arrastre y salvamento. 

Entonces compró más camiones usados y los transformó para tener más grúas y el negocio seguía creciendo. En aquellos años no había concesiones ni permisos ni tramos carreteros así que tuvo otra visión.

Consiguió un terreno en Tepeji del Río para utilizarlo como base y también como depósito vehicular; una gran decisión ya que el camino entre la Ciudad de México y Querétaro y hacia el norte, la 57 que se volvería, le dio otro gran impulso a la compañía. 

Incluso la propia Policía Federal lo recomendaba o le encargaba servicios de cualquier accidente sobre la carretera. Su depósito creció exponencialmente. 

Antes de fundar Grúas Mera don Silvino ya se había casado y casi al igual que sus padres, él tuvo 10 hijos; igual desde niños a todos les tocó estar entre las grúas, los patios, los operadores, las herramientas. Grueros de nacimiento. 

Tuvo seis hijos y cuatro hijas, los 10 tienen una cicatriz hecha en las travesuras de la infancia o en el trajín de las grúas: limpiando patios, subiéndose al camión o algún resbalón que que les dejó otra marca que también los une. 

Su siguiente paso fue ir a Estados Unidos para traer grúas del futuro; incluso él fue pionero en las plataformas y sistemas hidráulicos. Manejó hasta Pensilvania para traerse una de éstas. 

Al tratar con agencias de seguros, también le entró a este negocio y se hizo ajustador, para aprovechar los mismos incidentes para ofrecer el servicio, y esto lo hizo por casi 15 años. 

Sus cuatro hijas y uno de los varones se dedicaron a la docencia y los demás se quedaron en la operación de Grúas Mera, así que vio otra oportunidad para satisfacer y alimentar su pasión por la construcción.

En la década de los ochenta empezó a construir una escuela en su natal Tula de Allende, a fin de ofrecer educación de calidad y, al mismo tiempo, construir un patrimonio para sus hijos que eligieron las aulas en lugar de las grúas. A la fecha, el Colegio América es una de las escuelas de mayor prestigio en la región. 

En la actualidad su hijo Dante es el responsable de Grúas Mera, quien está continuando con el legado de su padre y ahora preparando el cambio de estafeta para la tercera generación, que ya está lista para la sucesión, pero ahora con los retos del gobierno corporativo y la profesionalización hacia el futuro

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