Por allá de los años setenta, Manolo Salazar movía cascajo y todo tipo de residuos de construcción. Manejaba su propio rabón y y tenía un operador conduciendo otro. El sueño de su padre había sido el transporte y por eso se animó a comprarle los vehículos a un compadre que se les ofreció con muchas facilidades. Así es como inició la historia de Transportes Salazar.
Le gustaba el volante y le halló rápido al negocio. No es que hubiera mucha carga, pero sus dos camiones siempre andaban rodando. Proyectaba buen crecimiento, pero imaginó que lo mejor sería diversificar la operación y echarse la deuda de comprar un tracto quinta rueda.
Con sus ahorros podía dar el enganche para uno seminuevo, pero las finanzas de la empresa quedarían muy justas. Siempre recordaba los consejos de su padre, que una liga demasiado tensa siempre termina por romperse, y demasiado floja no cumple con su propósito .
Por aquel entonces ya habían nacido sus tres hijos: José Manuel, José Miguel y José Emilio Salzar. Desde pequeños siempre los subió al camión y les explicaba cómo hacer una maniobra, cómo meter las velocidades y cómo frenar con motor. Se peleaban por ir a ladito de su papá en cada viaje y desde la adolescencia aprendieron a manejar el rabón.
Un día, don Manolo se fue a llevar unos materiales a Veracruz. No hacía buen clima la lluvia lo sorprendió a medio camino. Aunque era un conductor muy confiable, las conciciones climatológicas, el camino y una falla en los frenos provocaron que ese fuera su último viaje. Una curva lo vio caer y perderse en medio del barranco.
Luego de los trámites y la tragedia medianamente digerida, José Manuel, el hijo mayor, le pidió a su madre la bendición para subirse al camión que les quedaba. Debía continuar con el legado de su padre y echarle muchas ganas para comprarles un vehículo a cada uno de sus hermanos. Juntos harían más grande el sueño de Transportes Salazar.
Su madre y su abuela no tuvieron corazón y ni argumento para negarse, así que lo dejaron continuar esta historia. Y no fue fácil, porque apenas tenía 17 años y era mucha responsabilidad. Siempre creyó que su padre iba con él y nunca se rindió.
Y cumplió su promesa. Cuando sus hermanos tuvieron edad, ya tenían también su propio camión. Una flota de tres rabones, dos tortons y un tractocamión era el patrimonio cuando decidieorn dar el salto y formalizarse coom empresa.
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Transportes Salazar ya era una persona moral y tenías las bases bien puestas para el cambio de siglo. Fue en ese momento cuando los hermanos empezaron a consolidar su operación en su natal Tlaxcala y lograron abrir un patio en Nuevo Laredo, pues la apuesta era la frontera con Estados Unidos.
Ni la pandemia del Covid-19 pudo deter esa inercia, ya que ahora la tercera generación está más involucrada y siempre bajo el liderazgo de José Manuel, pero con la misma convicción del inicio: el sueño de don Manolo que ahora es una realidad que emplea a más de 100 personas y cuyos camiones circulan por todo el país.