Juan Luis lleva poco más de dos horas de camino. Maneja “El Incansable”, un tractocamión que lo ha acompañado por todos los caminos del país y por el que siente un cariño muy especial, pues ya son más de cinco años rodando con él, desde que se lo asignaron en la empresa donde actualmente trabaja. No lo sabe, pero está cerca de Acapulco.
Va de regreso de Tuxtla Gutiérrez a la Ciudad de México, en donde debe cargar bienes de consumo para llevarlos al Bajío, pero justo en ese momento recibe una llamada del gerente de Tráfico para confirmar sus coordenadas. En efecto seguía en Chiapas, pero con buen ritmo y pronto estaría más cerca del destino.
Es jueves y aunque no tiene mucha información, sabe que un día antes el huracán entró con violencia a Acapulco. Sabe también, por reportes de sus colegas, que el asunto está difícil y que, si pueden, eviten esa zona de Guerrero. Para su fortuna él no tiene que pasar por ahí, pero piensa en unos familiares que viven en Taxco y de quienes no han tenido noticias.
Su mente vuelve a la llamada y logra entender que le están pidiendo que se apure, que el patrón ya envió la carga al Bajío, para que “El Incansable” lleve víveres a la zona de desastre. Que si Juan Luis está en buenas condiciones puede ser él quien conduzca el tractocamión.
A todo responde afirmativamente y cuelga pensando en que, de verdad, la situación está complicada, pues nunca había recibido una indicación así, ya que por lo general esto pasaba muchos días después y siempre en colaboración con otras empresas, cámaras, asociaciones o dependencias de gobierno.
Recuerda que su patrón es originario de Guerrero y quizá por eso la urgencia de reunir insumos para llevar el apoyo. Se despereza rápido y se concentra en el trayecto hasta que, horas después, llega al patio de la empresa sin mayores sobresaltos.
Se ofrece para ser él quien lleve el camión con la ayuda, pues de pronto lo invadió el altruismo y la solidaridad, pues mientras esperaba indicaciones logró ver informaciones, imágenes y videos de la tragedia. Piensa en esos familiares lejanos, pero también en su familia nuclear, en el Estado de México.
Les llama por teléfono para preguntar cómo estaban, para saber si estaban al tanto de las noticias e, incluso, para ver si sabían algo de la familia de Taxco. Todo estaba bien, así que les indicó que no llegaría esa noche a su casa, que tendría que llevar ayuda a Acapulco.
Para ese entonces la Autopista del Sol ya estaba incomunicada y había todo tipo de informaciones que pedían evitar esa vialidad si no era estrictamente necesario, que sólo habría paso de salida y para cuestiones humanitarias en caso de entradas.
Justo antes de recibir las últimas indicaciones, Juan Luis estaba pensando en Acapulco, pero también recuerda las movilizaciones por el sismo de 2017 en las que también le tocó llevar ayuda y trasladar personas voluntarias para apoyar a las víctimas de aquel 19 de septiembre.
Le gusta ayudar y rápido se sube al camión, se persigna y sale para Acapulco. Ya había comido y se despabiló con un par de compañeros que también salieron para allá.
Ya en pleno viaje el corazón le palpita más rápido. En sus propias palabras, siente el horror de la tragedia, pero al mismo tiempo tiene esperanza de que no es el único camión ni la única persona que ya se están movilizando para ayudar a quienes lo perdieron todo.
A las familias, niños, ancianos y mujeres que se quedaron sin casa, sin comida y sin trabajo. Él no lo ve, pero sus ojos brillan porque ya le falta poco para llegar. Ya es cuestión de minutos para estar en el retén que habrá de dejarlo pasar y poco después estar ahí, mano a mano, con quienes necesitan de todo.
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El tractocamión se pierde en la autopista desolada, pero Juan Luis lleva esperanza y volverá con nuevos bríos. Seguirá, igual que nosotros, Al Lado del Camino.